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La adquisición de Karl-Anthony Towns por parte de los Knicks ha despertado gran expectación entre los aficionados de la NBA. Nueva York, un equipo en constante búsqueda de su antigua gloria, ha realizado un movimiento audaz en su afán por regresar a lo más alto. Pero, ¿es esta incorporación realmente la respuesta a los problemas del equipo? ¿O estamos ante un espejismo que podría traer más preguntas que soluciones?

La transacción, que involucró a Julius Randle, Donte DiVincenzo y una selección de primera ronda, ha puesto a Towns en el epicentro de la Gran Manzana. Su currículum es innegable: cuatro veces All-Star, dos selecciones All-NBA, y un talento ofensivo que lo ha colocado entre los mejores tiradores de grandes en la historia de la liga. Sin embargo, en el baloncesto moderno, el éxito de un equipo no se limita a las habilidades individuales. Y es precisamente aquí donde surgen las dudas sobre el impacto real de Towns en los Knicks.

Un movimiento arriesgado: Fortalezas y debilidades

Sin lugar a dudas, Towns es una mejora ofensiva en comparación con Randle. Su capacidad para estirar la cancha y anotar desde cualquier posición le otorga a los Knicks un arma que no habían tenido en años recientes. Con su llegada, jugadores como Jalen Brunson, Mikal Bridges y OG Anunoby encontrarán más espacios para operar, lo que podría liberar todo el potencial de una ofensiva que, hasta ahora, había dependido demasiado de Brunson.

Sin embargo, el baloncesto no se gana solo con puntos. Y aquí es donde la balanza puede inclinarse en contra de los Knicks. La partida de Randle, quien a pesar de sus inconsistencias defensivas ofrecía cierta versatilidad, deja un hueco en la zona de la defensa que Towns no está preparado para cubrir. Si bien su presencia en ataque es incuestionable, en la otra mitad de la cancha la historia es diferente.

Además, con la lesión de Mitchell Robinson, quien podría estar fuera hasta enero, los Knicks carecerán de un verdadero ancla defensiva en la pintura durante los primeros meses de la temporada. Y aunque la defensa es un área que podría mejorar con la vuelta de Robinson, la creación de juego secundaria sigue siendo una preocupación mayor. La eliminación de los Knicks en la pasada postemporada expuso esta carencia, y la salida de Randle no hace más que profundizar ese agujero.

La falta de creación de juego: un talón de Aquiles

Randle, aunque errático en muchas ocasiones, había mostrado destellos como creador de juego en temporadas anteriores, sobre todo durante su campaña de 2020-21, cuando fue nombrado el Jugador de Mayor Progreso de la liga. Su habilidad para generar oportunidades no solo para él, sino para sus compañeros, ofrecía una dimensión de ataque que los Knicks ahora han perdido.

Towns, a pesar de su habilidad ofensiva, no es conocido por su capacidad de manejo de balón ni por ser un facilitador natural. Con su llegada, es probable que el equipo dependa aún más de Brunson para orquestar la ofensiva, lo que podría resultar predecible y fácil de contrarrestar para los rivales más competitivos.

La esperanza de que jugadores como Bridges o incluso Miles “Deuce” McBride asuman ese rol de creadores secundarios es alentadora, pero incierta. Bridges, aunque ha mostrado un progreso significativo, aún no ha tenido que cargar con esa responsabilidad en un equipo con aspiraciones serias de campeonato. Y confiar en que McBride dé un salto cualitativo a tan temprana edad es arriesgado, especialmente cuando hablamos de los rigores de una postemporada.

El negocio detrás de la operación: una mirada a largo plazo

Desde el punto de vista de la gestión de contratos, el movimiento tiene sentido. Randle, con una opción de jugador después de esta temporada, buscaba una extensión que los Knicks, según informes, no estaban dispuestos a otorgar. Cambiar a un jugador con un contrato en expiración por otro con un acuerdo a largo plazo, como es el caso de Towns, ofrece estabilidad financiera a la franquicia. Pero el baloncesto no es solo un juego de números. Los Knicks están a las puertas de su temporada más esperada en décadas, con el campeonato como objetivo final.

En ese sentido, cabe preguntarse si este intercambio realmente les acerca a ese objetivo o simplemente añade más incertidumbre a una ecuación ya complicada. ¿Podrá Towns ofrecer lo que los Knicks necesitan para dar ese salto cualitativo? ¿O se quedará como una estrella más que brilla individualmente sin lograr el éxito colectivo?

¿Un paso adelante o una oportunidad perdida?

La llegada de Karl-Anthony Towns a los Knicks es, sin duda, un movimiento que genera expectativas y titulares. El equipo ha adquirido a un talento de élite, pero eso no garantiza el éxito. Las dudas sobre su impacto defensivo, la falta de creación de juego secundaria y la dependencia excesiva de Brunson para liderar la ofensiva plantean interrogantes que solo podrán responderse con el tiempo.

Lo cierto es que, mientras los Knicks se preparan para lo que podría ser una temporada histórica, los fanáticos deberán ser pacientes y críticos a la vez. El éxito en la NBA rara vez llega de la noche a la mañana, y aunque Nueva York tiene más talento hoy que ayer, las piezas del rompecabezas aún no encajan perfectamente. Como siempre, el tiempo será el juez definitivo de este arriesgado movimiento.

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