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El béisbol, pasión nacional en República Dominicana, no es solo un deporte. Para muchos jóvenes, representa una vía de escape de la pobreza, un sueño que promete no solo gloria deportiva, sino también una mejor calidad de vida para sus familias. Ese era el caso de Ismael Ureña Pérez, un joven de 14 años que veía en el diamante la oportunidad de cambiar su destino y el de los suyos. Sin embargo, su historia, que comenzó con esperanza y sacrificio, terminó marcada por la tragedia, el abuso y las preguntas sobre la ética en el desarrollo de futuros talentos.
Un sueño que se convirtió en pesadilla
Ismael no era solo un prospecto; era un hijo que soñaba con sacar a su familia de la pobreza. “Papi, cuando me firmen, te voy a comprar una casa”, repetía constantemente a su padre, Ynoel Ureña. Este anhelo era el motor que impulsaba sus esfuerzos por alcanzar una firma profesional. Su talento lo llevó a realizar múltiples “tryouts” con equipos de Grandes Ligas como Kansas City Royals, Gigantes, Detroit Tigers y Baltimore Orioles. Sin embargo, el precio que pagó por perseguir este sueño fue demasiado alto.
La familia Ureña-Pérez alega que Ismael fue sometido a una serie de inyecciones con sustancias destinadas al uso en caballos, prácticas que, según ellos, no solo afectaron su rendimiento físico, sino que deterioraron gravemente su salud. Lo que comenzó como calambres y molestias físicas culminó en una hemorragia interna y una agonía que lo postró en una cama de hospital, donde finalmente perdió la vida.
El rol de Yordy Cabrera: ¿mentor o verdugo?
En el centro de esta tragedia se encuentra Yordy Cabrera, exjugador y entrenador de béisbol, señalado como el responsable de estas prácticas cuestionables en su complejo deportivo. Según testimonios de la familia Ureña-Pérez, Cabrera habría inyectado tanto a Ismael como a su hermano mayor, Joel, casi de forma rutinaria, bajo el pretexto de mejorar su desempeño deportivo.
Joel, quien también entrenó bajo la tutela de Cabrera, describe episodios de maltrato y humillación. Uno de ellos incluye una ocasión en la que, durante su cumpleaños, fue inyectado y luego sometido a una burla pública al ser cubierto con harina y huevos mientras aún tenía la jeringa en su brazo.
Tras la muerte de Ismael, Cabrera no solo se ha distanciado de la familia, sino que ha cerrado temporalmente su complejo deportivo, según observó Listín Diario . Esta actitud ha intensificado las sospechas y el reclamo de justicia por parte de los padres del joven prospecto.
La responsabilidad del sistema en el desarrollo de talentos
El caso de Ismael Ureña no es un hecho aislado; pone en evidencia las sombras que persisten en el sistema de formación de prospectos en República Dominicana. La presión para alcanzar el nivel requerido para una firma profesional lleva a muchos jóvenes y sus familias a confiar ciegamente en entrenadores y complejos que no siempre operan con estándares éticos o médicos adecuados.
El uso de sustancias prohibidas, la falta de regulación en los entrenamientos y la explotación de menores son problemas que han sido denunciados en múltiples ocasiones, pero que aún no encuentran una solución definitiva. Este caso reabre el debate sobre la necesidad de supervisión estricta por parte de las autoridades deportivas y gubernamentales.
El dolor de una familia que busca justicia
A cuatro meses del fallecimiento de Ismael, su familia sigue luchando por respuestas y justicia. El padre, Ynoel, y la madre, Iris, reviven diariamente el dolor de haber perdido a su hijo menor en circunstancias que consideran evitables. “Mi hijo ni me reconocía ya, me confundía con su hermana. Gritaba por su vida y yo no podía hacer nada”, relata Iris entre lágrimas.
Este lunes, los abogados de la familia, encabezados por Orlando Aracena, se reunirán con Yeni Berenice Reynoso, titular de la Dirección General de Persecución del Ministerio Público, para exigir que se tomen medidas de coerción contra Yordy Cabrera. La familia espera que este caso no solo traiga justicia para Ismael, sino que también sirva como un llamado de atención sobre las prácticas cuestionables en la formación de prospectos.
¿A qué costo perseguimos los sueños?
La historia de Ismael Ureña plantea una pregunta fundamental: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para alcanzar un sueño? En un contexto donde el éxito en el deporte puede significar una vida mejor, las líneas entre el sacrificio y el abuso se vuelven peligrosamente difusas.
República Dominicana, un país que se enorgullece de sus estrellas en las Grandes Ligas, tiene la responsabilidad de proteger a sus futuros talentos. Esto implica no solo regular y supervisar los complejos deportivos, sino también educar a las familias sobre los riesgos y las señales de alerta en estos entornos.
El caso de Ismael no debe ser olvidado. Su historia, aunque trágica, tiene el potencial de convertirse en un punto de inflexión para mejorar las condiciones de los jóvenes que sueñan con brillar en el béisbol profesional.
Ismael Ureña soñó con cambiar su vida y la de su familia a través del béisbol, pero su camino fue truncado por prácticas inaceptables y una falta de regulación en el sistema. Ahora, su familia busca justicia no solo para él, sino para evitar que otros jóvenes enfrenten un destino similar.
Es momento de que las autoridades deportivas y gubernamentales actúen con firmeza para proteger a los futuros talentos del país y garantizar que historias como la de Ismael no se repitan. Porque ningún sueño, por grande que sea, debería costar una vida.