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La muerte de un joven prospecto tras ser inyectado con esteroides para caballos destapa la peligrosa realidad de algunas academias de béisbol en la República Dominicana. El caso involucra a sus dos hermanos, también afectados, y al expelotero Yordy Cabrera, quien enfrenta una querella por su supuesta responsabilidad.
La tragedia que revela una realidad oculta
La reciente muerte de Ismael Ureña Pérez, un adolescente de 14 años con aspiraciones de firmar para las Grandes Ligas, es un doloroso recordatorio de los extremos a los que algunos están dispuestos a llegar en busca del éxito en el béisbol profesional. Su fallecimiento, atribuido a la aplicación de esteroides veterinarios, expone una serie de problemas éticos y legales dentro de las academias de béisbol en la República Dominicana, y despierta cuestionamientos sobre la regulación y supervisión en el desarrollo de jóvenes deportistas.
Ismael, que dejó su hogar en busca de un futuro en el béisbol, comenzó a experimentar efectos adversos que indicaban que algo andaba mal: piernas entumecidas, ojos amarillos y orina con trazos de sangre. Las señales de alerta llevaron a su madre a investigar, confirmando lo que el joven temía contar: le habían administrado esteroides destinados a mejorar el rendimiento de caballos. No solo él sufrió, sino también sus hermanos, quienes presentan secuelas similares, como taquicardia y problemas de visión, tras ser sometidos al mismo “tratamiento”.
El dopaje en el béisbol: un problema que crece en silencio
La tragedia de Ismael no es un caso aislado. La República Dominicana, cuna de grandes peloteros de las Grandes Ligas, también lidera en casos de dopaje en el béisbol. La realidad es que algunos agentes y entrenadores han optado por atajos peligrosos, impulsando el uso de sustancias como el Bodedone o “caballín”, un esteroide que si bien tiene su versión para humanos, es comúnmente usado en caballos para mejorar el rendimiento y masa muscular.
El uso de estas sustancias plantea interrogantes profundas sobre las condiciones en las que operan algunas academias en el país. Al aplicar inyecciones de este tipo a jóvenes que apenas están en desarrollo físico, los entrenadores ponen en riesgo su salud a cambio de un rendimiento que resulta insostenible y dañino en el tiempo. Con la finalidad de impresionar a los scouts de equipos internacionales, recurren a estos métodos en un intento de exhibir una habilidad atlética que los jóvenes no pueden mantener naturalmente.
La responsabilidad de Yordy Cabrera y el vacío en la regulación
La querella presentada por la Fundación Familia Sin Violencia (Funfasinvi) contra Yordy Cabrera, expelotero y director de la academia donde entrenaban los hermanos Ureña, busca sentar un precedente de justicia y responsabilidad. Cabrera, quien alguna vez soñó con llegar a la cima del béisbol profesional, ahora enfrenta cargos por violación de artículos clave en el Código Penal Dominicano, la Ley de Salud, la Ley de Protección de Niños y Adolescentes, y la Ley sobre Drogas y Sustancias Controladas.
El hecho de que un expelotero, familiarizado con las consecuencias del dopaje y el uso de esteroides, esté involucrado en un caso tan delicado y devastador refleja la urgencia de un mayor control sobre las academias de béisbol. La falta de regulaciones estrictas ha permitido que ciertos entrenadores y agentes actúen con total impunidad, poniendo en riesgo la vida de niños y adolescentes cuyo único deseo es labrarse un futuro en el deporte.
¿Quién vigila el sueño de estos jóvenes?
Muchos jóvenes dominicanos son reclutados a edades muy tempranas para comenzar a entrenarse en academias, alimentando el sueño de una vida mejor a través del béisbol. Sin embargo, la ausencia de una regulación eficaz y de políticas de control permite que estas instituciones operen al margen de la ética y la salud de los jugadores. La falta de supervisión de las autoridades deja a los jóvenes y a sus familias en una posición vulnerable, donde se confían ciegamente en los métodos de entrenamiento, sin comprender el verdadero costo para la salud y la vida de los menores.
La Procuraduría de Niños y Adolescentes de República Dominicana tiene una tarea pendiente de empoderarse frente a esta realidad. Si no se toman acciones decisivas y contundentes, este lamentable caso de Ismael y sus hermanos podría convertirse en uno más de una larga lista de abusos y negligencias. La formación deportiva debe ser también una oportunidad de crecimiento saludable y ético, no un pretexto para exprimir el talento de los jóvenes al costo de su bienestar físico y emocional.
El precio de los sueños en el béisbol dominicano
La triste historia de Ismael Ureña Pérez y sus hermanos es un recordatorio de que el sueño de alcanzar las Grandes Ligas debe tener un límite que respete la vida y salud de quienes se embarcan en esta búsqueda. Resulta imperativo que las autoridades, tanto deportivas como de derechos infantiles, tomen cartas en el asunto. Las academias de béisbol deben ser espacios seguros, donde los jóvenes puedan desarrollarse de manera integral sin temor a que sus cuerpos sean usados como experimentos de rendimiento.