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En el minuto 8 del primer tiempo, el “Mercedes Benz Stadium”  se llenó de expectativa y emoción cuando Ángel Di María, una de las estrellas de la selección argentina, tuvo en sus pies la oportunidad de oro para abrir el marcador en el duelo contra Canadá, en el inicio de la Copa América 2024.

La jugada comenzó en mitad de cancha, donde Di María mostró su espíritu combativo al presionar al jugador canadiense. Con el balón controlado y todo el campo por delante, el “Fideo” se lanzó en una carrera frenética hacia el arco rival, mientras que los defensores rivales intentaban alcanzarlo desesperadamente.

El estadio rugía de anticipación mientras Di María se acercaba al área, con solo el arquero Maxime Crépeau como último obstáculo. La oportunidad era inmejorable: un mano a mano que podía cambiar el rumbo del partido y darle a Argentina la ventaja tempranera que tanto ansiaba.

Di María, con su característico estilo elegante y preciso, avanzó decidido y al llegar al área grande, optó por definir al palo derecho del arquero. Sin embargo, Crépeau, demostrando ser un guardametas sólido, reaccionó con velocidad y agilidad, lanzándose hacia su izquierda y desviando el disparo con su pierna. El balón, que parecía destinado a besar la red, fue despejado por un defensor.

El lamento en el rostro de Di María era evidente, consciente de la magnitud de la chance desperdiciada. Los hinchas argentinos, que ya se preparaban para celebrar, se quedaron con el grito de gol atrapado en la garganta. Fue una oportunidad crucial, un momento que pudo haber cambiado la dinámica del partido desde sus primeros compases.

La parada de Crépeau no solo evitó el gol, sino que también inyectó una dosis de confianza a la defensa canadiense, que se reorganizó rápidamente para contener las embestidas albicelestes. Di María, por su parte, siguió buscando espacios y oportunidades, determinado a redimirse y ayudar a su equipo a conseguir la ansiada victoria.

El encuentro continuó con un ritmo vibrante, pero la ocasión perdida en el minuto 8 quedó como un recordatorio de lo fugaz y caprichoso que puede ser el fútbol. Di María y sus compañeros sabían que, en una competencia tan exigente como la Copa América, cada oportunidad cuenta, y estaban decididos a no dejar escapar la próxima.