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Su historia es una apasionante por tantos factores, pero además especialmente peculiar por lo que resulta muy curiosa. La joven estrella no se parece mucho a los jóvenes de hoy. Pese a que media Francia quiere contactarle, guarda en su gaveta su teléfono. Inserto en la intimidad de su hogar, entre sus costumbres y rutina. Se dispone a cenar y no lo consulta hasta el día siguiente.

Reserva ese tiempo que no dedica a horas de Instagram y Tik Tok a la lectura, su otra gran pasión.

A Wembanyama le gusta dibujar, una hábito que heredó de su madre. También puede pasar algo de tiempo montando legos, que piensa llevar consigo al trasladarse a los Estados Unidos.

Así es él. De esbelta figura y asombrosa agilidad que acompaña su rostro adolescente desgranando una madurez inesperada y una determinación sin grietas para conseguir sus objetivos.

“Sé que no tengo la vida normal de una muchacho de mi edad, pero es lo que he querido y me he preparado para ello. En la vida hay que esperar que a uno le venga lo que merece (…) Si me afectaran las emociones significaría que mi mentalidad no está a la altura de mi baloncesto”, afirma.

Nacido el 4 de enero de 2004 en Le Chesnay en las afueras de París, medía 1,90 m. con 10 años. Desde niño atrajo la mirada del mundo del baloncesto y no solo porque su talla era muy superior a la media. Su madre, exjugadora profesional, profesora de gimnasia e hija de dos antiguos jugadores de los años en los que el baloncesto era poco más que un juego entre amigos, le inculcó el amor por este deporte. Su padre, antiguo atleta de triple salto de origen congoleño, preparador físico de equipos locales de baloncesto y educador de niños en dificultades, se encargó de que el pequeño Victor tuviera siempre en cuenta que su peculiar físico precisaba de un cuidado específico.

Hoy se encuentra en el primer peldaño de su aspiración por convertirse en el mejor jugador de baloncesto del mundo. La pasión y el entrenamiento dieron una mezcla que, con el paso de los años ha colocado a Wemby en el centro de todas las expectativas, a punto de convertirse en el primer francés elegido número 1 del “draft”, allí donde la gloria parisina Tony Parker solo pudo ser el número 28.

Pocas veces un jugador había despertado tanta atención antes de cruzar el Atlántico. Solo el esloveno Luka Doncic protagonizó la portada de la célebre revista “Slam Magazine” antes de integrar el “draft” hasta que Wembanyama lo hizo hace unos meses.

Lleva años sorprendiendo por la rapidez y fortaleza con la que mueve su físico privilegiado. Pero su sueño no será uno fácil de cumplir. Paradójicamente lo que lo hace tan prometedor es a su vez su principal carga que debe luchar para no se convierta en su condena: las expectativas son realmente altas y cualquier poquito por debajo de ellas puede ser una quimera. 

Con 8 años y 170 centímetros comenzó a jugar en su modesto pueblo, hasta que con 10 y casi 190 centímetros, integró el más desarrollado centro de formación del Nanterre, no lejos de su domicilio familiar. El desarrollo fue espectacular y muchas grandes escuderías del continente comenzaron a seguir sus pasos. Entre ellas el Barcelona, con quien disputó un torneo de categorías inferiores en 2018, pero donde el exigente jugador, que ya rondaba los 210 centímetros, consideró que eran demasiado respetuosos con sus errores, lo que interpretó como un freno a su insaciable deseo de progresar, así que regresó a Nanterre donde en 2019, con solo 15 años, debutó en la primera división y solo abandonó ese club en 2021 para pasar una temporada en el ASVEL de Tony Parker.

Allí no encontró el entorno que deseaba, el contexto en el que quería preparar su soñado salto a la NBA, por lo que tras un año regresó a su tierra de la mano del Metropolitans 92, siguiendo los pasos del seleccionador nacional, Vincent Collet, que ese mismo año dejó el Estrasburgo para fichar por este club que engloba las entidades más importantes del oeste de la capital francesa. El cartel de Wemby y sus resultados deportivos han catapultado al club. Allí acumula actuaciones excepcionales y se ha convertido en el primer jugador de menos de 20 años en marcar más de 30 puntos en dos partidos.

En 2019 fue clave en la consecución de la plata sub-16 con Francia, que cayó en la final contra España. Igual trofeo logró en el Mundial sub-19, pese a que tenía dos años menos que la mayoría de los participantes, donde se quedó a dos puntos de derrotar a Estados Unidos en la final.

El seleccionador le convocó con la absoluta para el Eurobasket de 2022, pero fue baja por lesión, aunque unos meses más tarde pudo dar de sí en un duelo de calificación para el Mundial de 2023, con un debut frente a Lituania en el que firmó 20 puntos y 9 rebotes, antes de igualar dos partidos más tarde el récord de rebotes con la selección, 17, en un duelo ante República Checa.

Se considera que hacerse con sus servicios puede la franquicia en hasta en 500 millones de dólares su valor.

Desde hace un tiempo, su esbelta figura no se deja ver fácilmente en lugares públicos, por miedo a ser asaltado por una masa deseosa de fotografiarse con él. Es algo con lo que tendrá que lidiar casi toda su vida.