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“… Siete juegos sin hits y contando. En algún lugar, en otra liga donde los aplausos nunca se detienen y la cerveza siempre está helada, Babe Ruth y Lou Gehrig y Ty Cobb y sí, Shoeless Joe, también están esperando que llegue su lanzador abridor para que el juego pueda comenzar…  ”- corrían las primeras horas de mayo de 1991 y esto escribía Jim Reeves, un prestigioso cronista de Texas que por aquel entonces se ganaba la vida en el Fort Worth Star-Telegram.

Para esa fecha, habían pasado tres meses del cese de las hostilidades en Kuwait; el Muro de Berlín había dejado existir dos años antes y casi al mismo tiempo, Yugoslavia y la URSS se comenzaban a desintegrar.

Era la época donde Michael Jordan se aprestaba a dominar el baloncesto, en el fútbol Alemania tomaba venganza de Argentina y de Maradona en el Mundial de Italia 1990 y en las Grandes Ligas de béisbol, los Azulejos de Toronto del legendario Cito Gastón estaban a punto de hacer historia.

En este contexto, precisamente ante los Azulejos, un hombre alto y fornido, con cara de pocos amigos, esculpía su leyenda a sus 44 años…

El increíble Ryan

Era Nolan Ryan, “El Expreso” de Texas, el mismo que el 1 de mayo de 1991 lograba su séptimo juego sin hit, eclipsando nada menos que a la potente tanda de Toronto.

De Ryan y de aquel suceso hablaba Reeves en su columna, tal como lo citamos, el gran mito de Las Mayores en ese tramo final del siglo XX, casi a las puertas del retiro volvía a ser protagonista.

 El hombre que habían dado por muerto una y otra vez, el que lograba renacer entre sus cenizas, aquel que salvó el último juego para los Mets en la memorable Serie Mundial de 1969, el que se cansó de Nueva York y fue a Anaheim y logró 3000 ponches y después 4000 y ya en el ocaso de su carrera llegó a los 5000 y con la franela de los Vigilantes le volvió a demostrar al mundo esa estirpe de guerrero con la que intimidaba a todos.

La estela de “El Expreso”

Reseña ESPN que aquel 1 de mayo, Ryan ponchó a dieciséis y solo concedió dos bases por bolas, todo eso sangrando por su mano de lanzar debido a una llaga que le había salido durante el calentamiento… era Nolan Ryan contra la imposible, otra vez, tal como había sucedido un año antes…

Fue un 11 de junio, como hoy, justo cuando el nativo de Refugio, un intrincado condado en los parajes más agrestes de Texas, sumó otro capítulo de gloria al libro que hoy nos cuenta la novela de su vida.

Un 11 de junio de 1990, cuando la mayoría hablaba de El viejo Ryan, de su arrogancia, de sus egos y ese carácter medio huraño que siempre lo ha distinguido, cuando esto pasaba, el veterano disertó ante los más de 30 000 aficionados que se dieron cita en el Oakland- Alameda County Coliseum.

El conquistador del Coliseo

Refiere The Dallas Morning News que, durante casi tres horas, El Expreso fue el dueño de la noche allí en el mítico Coliseo, sometiendo a una alineación de los Atléticos que, si bien no contaba en ese encuentro con Mark McGwire ni José Canseco, sí tenía en sus filas a figuras de la talla de Rickey Henderson, Willie Randolph y Dave Henderson.

Había llovido desde aquel quinto juego sin hits en 1981, cuando Ryan jugaba para los Astros y para ese 11 de junio, bien lejos en el recuerdo estaban aquellos otros cuatro partidos que tuvieron lugar a mediados de los 70, pero era Nolan Ryan, el imparable Nolan Ryan y cuentan las crónicas que luego del tercer inning, cierta mística que empezaba a merodear en el ambiente dejaba entrever la posibilidad de que algo grande podría suceder.

Un jonrón del dominicano Julio Franco en el mismo primer episodio, otorgó ventaja de dos carreras a Texas y esto bastaría para que Ryan concretara su gesta, veintisiete outs después.

Trascendental

Y se hizo realidad y luego de retirar al último bateador, entre abrazos y felicitaciones, en medio de la algarabía, Ryan visiblemente emocionado, solo atinaba a dar las gracias, mientras alzaba su mano y con el puño cerrado apuntaba al cielo.

Se retiraría en 1993, con un anillo de Serie Mundial, 8 Juegos de Estrellas, 5714 ponches y 7 juegos sin hits (récord en MLB) por solo citar algunas de las referencias más notables que aparecen en su placa de Cooperstown.