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José Ramírez, uno de los bateadores más consistentes y admirados de la última década, se encuentra en la encrucijada más desafiante de su carrera. A solo tres jonrones de ingresar al prestigioso club 40-40, donde solo habitan leyendas como José Canseco, Barry Bonds, Alex Rodríguez, Alfonso Soriano, Ronald Acuña Jr. y Shohei Ohtani, el tiempo parece no estar de su lado. Con solo cuatro partidos restantes en la temporada regular, Ramírez busca una hazaña que exige no solo poder, sino también velocidad y una resistencia física y mental sobresaliente.

La grandeza de Ramírez no está en duda. Desde que en 2016 se afianzó en la alineación de los Guardianes de Cleveland, su carrera ha sido un ejemplo de consistencia y rendimiento. Con 49.0 victorias sobre nivel reemplazo (fWAR), se sitúa entre los mejores jugadores de la última década, solo por detrás de superestrellas como Mookie Betts, Aaron Judge y Francisco Lindor. Ha sido seleccionado seis veces al Juego de Estrellas y ha estado en la conversación por el Jugador Más Valioso en múltiples ocasiones. Sin embargo, lo que Ramírez enfrenta en estos días finales no es solo un reto estadístico, es un enfrentamiento contra el implacable paso del tiempo y las circunstancias del juego.

Un reto monumental: 40 jonrones y 40 robos de base

El logro del 40-40 no es un simple hito. En toda la historia de la MLB, solo seis jugadores han logrado combinar ese nivel de poder y velocidad en una sola temporada. En 1988, José Canseco fue el pionero, seguido por Barry Bonds en 1996, Alex Rodríguez en 1998 y Alfonso Soriano en 2006. Más recientemente, Ronald Acuña Jr. lo logró en 2023, y Shohei Ohtani, en un acto casi sobrehumano, lo elevó a otro nivel en 2024 al conseguir 50 jonrones y 50 robos.

Ramírez, con 32 años, se encuentra a tres cuadrangulares de unirse a este selecto grupo. A pesar de su edad, ha demostrado que la velocidad sigue siendo una de sus armas más letales, con 40 bases robadas por primera vez en su carrera. Pero a medida que avanza la temporada, los cuadrangulares han sido más esquivos, especialmente en los meses de septiembre y julio, donde solo ha conectado cuatro. Esto contrasta con mayo, su mejor mes, donde logró 11.

Las dificultades del tramo final

Las comparaciones con los miembros anteriores del club 40-40 solo resaltan la dificultad de la tarea que enfrenta Ramírez. Barry Bonds necesitó 158 partidos para alcanzar la marca, mientras que Ohtani lo hizo en un tiempo récord de 126 encuentros. Ramírez ha disputado la mayoría de los juegos de la temporada, pero ahora solo le quedan cuatro oportunidades para lograr los tres jonrones que lo separan de la historia.

Lo más notable es que, a pesar de que Cleveland ya ha asegurado el título de la División Central de la Liga Americana, Ramírez sigue presente en la alineación, mostrando su determinación y deseo de completar la hazaña. Su presencia en el terreno es un testimonio de su profesionalismo y compromiso, no solo con su equipo, sino con su legado.

Lecciones del pasado: Guerrero y Soriano, a las puertas del 40-40

La búsqueda de Ramírez por el 40-40 trae a la memoria a otros grandes jugadores que estuvieron cerca, pero se quedaron cortos en el último momento. En 2002, Alfonso Soriano, con los Yankees de Nueva York, se quedó a un jonrón de lograr la hazaña, tras liderar la Liga Americana en robos con 41. En 2022, Vladimir Guerrero también se quedó a un cuadrangular de entrar al club, terminando la temporada con 39 jonrones y 40 bases robadas.

Estas historias sirven como recordatorio de lo difícil que es lograr esta combinación única de poder y velocidad. Para Ramírez, el desafío no es solo físico, sino también mental. Las expectativas y la presión de estos días finales pueden ser abrumadoras, y el margen de error es prácticamente inexistente.

¿Qué sigue para José Ramírez?

Si bien es cierto que el reloj sigue avanzando, José Ramírez no es ajeno a las adversidades. A lo largo de su carrera ha demostrado que puede superar cualquier obstáculo, adaptarse a las circunstancias y mantener un nivel de juego que pocos pueden igualar. Aunque la meta del 40-40 parece lejana, todavía existe la posibilidad de que en estos últimos partidos ocurra algo extraordinario.

Si no lo logra, eso no disminuirá en absoluto su legado en la MLB. Ramírez ya es uno de los mejores jugadores de su generación, y su nombre seguirá resonando entre los fanáticos y analistas del béisbol. No obstante, la oportunidad de ser el séptimo jugador en unirse al club 40-40 es un objetivo que, de alcanzarse, solidificaría aún más su lugar en la historia del béisbol.

Para Ramírez, esta es una lucha contra el tiempo, pero también contra las limitaciones humanas. En estos últimos días, todos los ojos estarán puestos en cada uno de sus turnos al bate, esperando que pueda lograr lo imposible y escribir su nombre con letras doradas en los libros de récords. ¿Lo conseguirá? Solo el tiempo, y su poderoso swing, lo dirán.

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