Your browser doesn’t support HTML5 audio
Al pensar en Kansas, lo primero que viene a mi mente es Holcomb, aquel pueblecito intrincado en lo profundo del condado de Finney, allí donde mataron a los Clutter, adonde fue Truman Capote para después contar esa impactante historia que leemos en A sangre fría.
Así, pensando en Kansas, en Holcomb, también en Truman Capote y en su célebre novela, evoco también la trascendencia de la noticia que se difundió hace cuestión de horas, esa que informaba sobre la llegada del cubano Aroldis Chapman a los Reales de Kansas City.
Como ya debe saber lector, allí, en el mismo lugar donde se desarrolla la acción que le sirvió a Capote para refundar el periodismo, en el medio oeste de Estados Unidos, Aroldis Chapman buscará relanzar su carrera en el mejor béisbol del mundo.
El contexto
Con el tiempo hemos conocido que el criollo, aquel que se despidió sin decir adiós del Yankee Stadium, casi como una especie de paria, con el tiempo hemos conocido que Chapman desechó opciones importantes de equipos como los propios Padres de San Diego.
Firmó por 1 año y 3,75 millones de dólares, tal como lo reportó Mark Feinsand, dejando a un lado mejores ofertas como esa que lo pudo llevar al Petco Park, y al momento la perspectiva sobre el posible sinsentido se impone, no se entiende la razón para cambiar un elenco a todas luces llamado a ser contendiente por otro proyectado a tocar el fondo de su división, la central en la Liga Americana.
Sin embargo, tal como consideran algunos entendidos, el argumento podría estribar en el hecho de que los Reales fungirían como una especie de puente o como base para que Chapman recupere su etiqueta de relevistas top; sin presión, con poco o casi ningún impacto mediático y al mismo tiempo teniendo de principales rivales a conjuntos en teoría accesibles, como Tigres de Detroit, Medias Blancas de Chicago, Mellizos de Minnesota y Guardianes de Cleveland.
La disyuntiva
En la memoria todavía esta bien fresco el recuerdo de ese último año con Yankees, un año para el olvido, marcado por una efectividad de casi 5 y el peor estigma que un relevista pueda tener, el descontrol, pero como sea, hablamos de Chapman, eso es un hecho y la estela de aquel lanzador inmenso que debutó con los Rojos de Cincinnati allá por la campaña de 2010, el mismo que después brilló con los Cachorros de Chicago y en su primeras temporadas en el Bronx, esa estela todavía pervive.
En 13 temporadas en Grandes Ligas, el antillano compila una forja de 44-35, con una efectividad de 2,48 y 315 juegos salvados, además de un whip de 1,07.
Ahora, el escenario, ese del Kauffman Stadium, allí en Kansas, el escenario se pinta solo para que Chapman le de un segundo aire a su carrera y vuelva a ser el de antes, debe ser así, de lo contrario, sin lugar a dudas, otro fracaso sería el peor colofón, marcaría sin reparos la hora de decir adiós.