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Fue la mejor noticia que en fin de año, podía recibir la gente allá en Queens. Para ese entonces habían pasado apenas dos meses de aquel último juego en Citi Field, cuando Joe Musgrove y los Padres de San Diego acabaron con la ilusión de regresar al menos a la Serie de Campeonato.

Los rostros mustios de Buck Showalter y Francisco Lindor, de Max Scherzer y Pete Alonso, del propio Tom Seaver mirando desde allí, desde esa colosal mole de bronce a las afueras del estadio, como detenido en el tiempo; todos reflejaban lo mismo, la frustración…

No bastaron las 100 victorias, así y todo, los Mets de Nueva York, volvieron a perder, a fracasar a decorar un nuevo trazo en el oscuro lienzo que recoge los constantes fiascos de la franquicia en el presente siglo.

La llegada

Esa era la sensación que se palpaba en el contexto de los Mets, cuando Kodai Senga llegó a comienzos de diciembre. Antes se había marchado Jacob deGrom, pero casi al unísono, llegaba también Justin Verlander, sin embargo, las miradas de todos se enfocaban en el enigmático japonés.

Tras 11 años de éxito en la pelota de su país y tocando a las puertas de los 30 años, con un récord de 88-44 y una efectividad de 2,59 en este período, siempre con la franela del Fukuoka Softbank Hawks; con este aval, Kodai Senga arribaba a Nueva York.

Las mejores sensaciones

Asombró desde el primer día, con su bola rápida cómodamente sobre las 100 millas por horas, su slider cortante y ese lanzamiento misterioso al que han nombrado “tenedor fantasma”.

En primavera generó algo de incertidumbre; lanzó en tres partidos, sumó 9 entradas en total, dejó una forja de 1-2, con un promedio de limpias de 4,00 y 10 ponches, pero era la primavera y hasta cierto punto era lo normal dentro de un proceso de adaptación (costumbres, tradiciones, nueva cultura en general).

La hora de Kodai Senga

Después de ver esta pequeña muestra, las expectativas aumentaron y este 2 de abril, en solo minutos, allá en Miami, frente a los Marlins, Kodai Senga tendrá su bautizo en Grandes Ligas.

Está la clase y eso es indudable, lo demás lo dirá el terreno y obviamente, el tiempo, esperemos a ver.