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En la vasta y rica historia del fútbol inglés, pocos episodios son tan conmovedores como el renacimiento del Wimbledon FC, un club que enfrentó una de las traiciones más dolorosas a las que puede ser sometido un equipo: ser despojado de su hogar y su identidad. A lo largo de las décadas, este equipo del sur de Londres fue creciendo, desde sus humildes inicios en 1889 hasta convertirse en una fuerza a tener en cuenta en las ligas más competitivas de Inglaterra. Sin embargo, su historia no solo se define por sus éxitos deportivos, sino también por una lucha sin precedentes en la que los verdaderos protagonistas fueron sus hinchas.

Wimbledon FC comenzó su travesía como un club pequeño, forjando su reputación en las divisiones semiprofesionales. Su crecimiento fue meteórico, pasando de la Southern League a ingresar en la Football League en 1977. La década de 1980 fue crucial para el club, y tras varios ascensos consecutivos, el equipo logró lo impensado: llegar a la Primera División en 1986, una hazaña increíble para un club con recursos modestos.

Pero el momento cumbre de Wimbledon FC llegó en 1988, cuando el equipo, apodado la “Crazy Gang” por su estilo duro y desenfadado dentro y fuera del campo, derrotó al todopoderoso Liverpool en la final de la FA Cup. Con un gol de cabeza de Lawrie Sanchez y una actuación monumental del arquero Dave Beasant, quien detuvo un penal clave, el Wimbledon ganó 1-0, y su gesta se convirtió en una de las mayores sorpresas en la historia del fútbol inglés.

A pesar de los éxitos en el campo, la década de los 90 y principios del 2000 trajeron incertidumbre financiera. El club, incapaz de competir económicamente con los gigantes del fútbol inglés, enfrentaba dificultades para modernizar su estadio, Plough Lane, y competir en la cada vez más comercializada Premier League. Fue entonces cuando en 2001, los propietarios del Wimbledon FC, sumidos en una crisis financiera, tomaron una decisión que cambiaría para siempre el destino del club: trasladarlo a Milton Keynes, una ciudad a más de 90 kilómetros al norte de su hogar en Wimbledon.

La idea del traslado fue recibida con furia por parte de los aficionados, quienes consideraron esta decisión una traición a la historia y el espíritu del club. Los hinchas protestaron, formaron campañas y hasta llevaron su lucha a los tribunales, pero nada pudo detener la decisión de la junta directiva. En 2002, la FA autorizó el cambio, y Wimbledon FC dejó de existir tal y como se le conocía, pasando a convertirse en Milton Keynes Dons (MK Dons).

Para los seguidores más leales de Wimbledon, el traslado fue más que un golpe económico o deportivo; fue la pérdida de una identidad forjada durante más de un siglo. Decididos a no dejar morir el legado del club, en 2002, un grupo de aficionados decidió tomar cartas en el asunto y fundó el AFC Wimbledon, un equipo que seguiría jugando en su comunidad y bajo sus propios términos.

AFC Wimbledon comenzó desde la novena división del fútbol inglés, en la Combined Counties League, enfrentando rivales en ligas que ni siquiera figuraban en el radar del fútbol profesional. Pero lo que comenzó como un modesto proyecto comunitario rápidamente ganó tracción. La pasión de sus seguidores, sumada a una gestión transparente y una filosofía centrada en la comunidad, permitió que el club creciera de manera vertiginosa.

En un ejemplo asombroso de esfuerzo colectivo, AFC Wimbledon logró ascender seis divisiones en solo nueve años, alcanzando la Football League en 2011. El club no solo resurgió, sino que mostró que el fútbol, en su esencia más pura, sigue siendo de los aficionados. Wimbledon ya no era solo un equipo de fútbol, sino un símbolo de resistencia y lealtad.

Uno de los momentos más esperados por los seguidores del AFC Wimbledon llegó en 2016, cuando el club, después de su increíble ascenso, alcanzó la League One (Tercera División) y se enfrentó cara a cara con los MK Dons, el equipo que había tomado su lugar. En lo que fue una suerte de venganza simbólica, AFC Wimbledon no solo superó a los MK Dons en la tabla de posiciones, sino que también demostró que, al final, el espíritu del verdadero Wimbledon había prevalecido.

Hoy en día, AFC Wimbledon sigue siendo un club gestionado por sus socios, un ejemplo de lo que los aficionados pueden lograr cuando se unen con un propósito común. En 2020, el club regresó a Plough Lane, su hogar espiritual, gracias a los esfuerzos colectivos de sus hinchas, marcando el cierre de un ciclo que había comenzado con la pérdida de su estadio original. Plough Lane, modernizado y renovado, se convirtió nuevamente en el lugar donde el equipo puede forjar nuevas memorias y continuar su increíble historia.