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Hablan de los apóstatas de lo dominicano, que todo es béisbol y ciertamente baloncesto y hasta boxeo y por ahí, la lista se vuelve inmensa, como el mismo Mar Caribe diría, pero no, desde hace mucho tiempo, como si de lo real-maravilloso se tratara, el fútbol ha venido abriéndose paso en medio del crisol criollo.

Así, como si de la trama de una novela de Alejo Carpentier habláramos, cuando pocos o casi nadie lo pensaba, en este pedazo de suelo antillano se empezó a entender  el idioma del balompié y hoy es una realidad irrefutable.

Los retos del fútbol dominicano

Queda camino por recorrer, eso es real; se necesita empeño, voluntad y obviamente dinero para invertir en el torneo doméstico y toda una sarta de elementos asociados a este tópico, pero sopesando este punto, la presencia de República Dominicana en el último Mundial Sub-20 es el reflejo fidedigno que la senda es la correcta o puede serlo.

Ahora, nunca se puede ser conformistas, pues tal como versa un viejo adagio, el conformismo es un pecado capital y con los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 a la vuelta de la esquina y los Juegos Olímpicos de París 2024 en la mira, se impone ahondar en el asunto.

El tema ha regresado a la palestra mediática con el arranque de la nueva edición de la Concacaf Nations League y la presencia de la selección nacional en el nivel B del certamen regional.

Dominicana en la Concacaf Nations League: cuando los hechos dictan sentencia

En este escenario el debate y la consecuente polémica han vuelto a emerger y es que una derrota por 0-2 ante Nicaragua no se puede solapar con el reciente éxito 3-0 frente al endeble seleccionado de Monserrat.

Al menos así lo veo y los hechos en el terreno de juego dejan entrever que el trecho es largo y soñar no con el Mundial, hasta con jugar la Copa de Oro, puede ser una perenne quimera.

Las marcadas falencias defensivas y la falta de definición de cara al gol (Monserrat no es un medidor adecuado), sobresalen como cuestiones que evidencian el estatus que aún poseemos.

Y sí, está la condición física envidiable de buena parte de los jugadores, así como el talento de figuras como los conocidos Edison Azcona y Edarlyn Reyes en el mediocampo y Dorny Romero en ataque, pero falta rodaje competitivo y sobre todo cambiar la mentalidad de equipo de segunda.

¿Es todo lo qué se puede hacer?

Pienso que los federativos deberían tratar de explotar todas las formas posibles para intentar que Mariano Díaz y Junior Firpo vistan de una vez el uniforme patrio; no obstante, en caso de las cosas no puedan fluir por esta vía, quedan otras opciones interesantes como Alberto Baldé, quien juega en la primera división de Irlanda del Norte y Christian Schoissengeyr, con amplia experiencia en el fútbol esloveno y en Austria.

De igual modo, se podría pujar por el regreso de Carlos Martínez, quien juega en la Segunda División de España y que ya se puso la franela criolla en la categoría Sub-17 y con la absoluta en 2012 y 2019 respectivamente.

Al mismo tiempo, tampoco se puede obviar el aporte de Wilman Modesta, ya con minutos en el equipo grande y probado en la primera división del fútbol boliviano.

¿Es este el verdadero nivel del fútbol dominicano?

Con estas incorporaciones, cambiaría bastante la imagen de la Sedofutbol y quizá por ello y a raíz de lo visto en estas últimas jornadas, valdría la pena preguntarse… ¿es este el verdadero nivel del fútbol dominicano?

La interrogante en sí misma se vuelve una necesidad imperiosa en pos de definir con certeza el lugar hacia dónde queremos ir.