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El panorama futbolístico en Arabia Saudí se encuentra en un momento de contrastes extremos. Por un lado, gigantes como Al Nassr, Al Hilal, Al Ahli, Al Ittihad, y Al Ettifaq están viviendo una época dorada, gracias a la inyección económica del Fondo de Inversión Pública (PIF). Estos clubes han aprovechado su capacidad financiera para reforzar sus plantillas con fichajes estelares y jóvenes promesas, consolidando su dominio en la liga. Sin embargo, para el resto de los equipos de la competición, la realidad es mucho más sombría. A pesar de recibir apoyo financiero externo, como en el caso del Al Qadsiah respaldado por la petrolera Aramco, algunos clubes enfrentan serios desafíos, con plantillas debilitadas y limitados recursos para competir al más alto nivel.

Un claro ejemplo de este abismo es el caso del Al Wehda, club vecino del poderoso Al Ittihad en La Meca. Mientras el Al Ittihad cerraba el mercado con el fichaje de Moussa Diaby, procedente del Aston Villa por 60 millones de euros, el Al Wehda se encuentra con apenas 14 jugadores disponibles para iniciar la temporada. Este contraste no solo destaca las desigualdades dentro de la liga, sino que también pone en evidencia las dificultades que enfrentan los clubes que no cuentan con el respaldo del PIF para atraer talento extranjero de renombre.

El plan de Arabia Saudí de elevar su liga a una de las principales competiciones internacionales está encontrando obstáculos inesperados. Mientras algunos clubes disfrutan de una abundancia de recursos, otros apenas logran sobrevivir. La disparidad es aún más evidente en el proceso de adquisición de jugadores extranjeros. Mientras que los clubes bajo el PIF tienen acceso privilegiado y sin restricciones, el resto enfrenta trabas burocráticas impuestas por el Centro de Adquisición de Excelencia para Futbolistas, lo que limita su capacidad para competir en igualdad de condiciones.

A pesar de su estatus de ‘intocables’, no todo es perfecto entre los grandes. Al Nassr, el club que alberga a Cristiano Ronaldo, ha enfrentado sus propios desafíos, con restricciones impuestas por el Fair Play Financiero (FFP) que contrastan con la libertad financiera de la que disfruta su rival, Al Hilal. Esta disparidad ha generado tensiones y ha puesto en evidencia un favoritismo que amenaza con fracturar aún más la competencia.

La realidad es que la liga saudí se enfrenta a un futuro incierto. Mientras que un pequeño grupo de clubes prospera, el resto lucha por mantenerse a flote, cuestionando la equidad del reparto de recursos y el verdadero potencial de la liga para convertirse en una potencia global.

El fútbol saudí, impulsado por una ambición sin precedentes, podría estar construyendo su propio talón de Aquiles si no se abordan las crecientes desigualdades entre sus clubes.