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Sin maquillaje, natural, sin medias tintas y fue ayer, pero en el verano de 2021 sucedió lo mismo y se habló, se habló de todo, unos que sí, otros que no, la mayoría aceptó, hasta celebró  a Emiliano Martínez, el “Dibu” Martínez o Emiliano simplemente, o las dos cosas, como sea, es lo mismo, hablamos de la misma persona, ese que celebró en Brasil tocándose los genitales, el que le guapeó a los colombianos en los penales en aquella Copa América, la última, y que este domingo, en Qatar, lo volvió a hacer, fue él, otra vez él, sin maquillajes.

Tres momentos pudieron definir a “Dibu” Martínez en el encuentro de este 18 de diciembre, allí en el Lusail, que ya no será un estadio más, no, desde ayer será el estadio donde Argentina ganó su tercera Copa del Mundo, donde Messi pudo volver a ser Messi, ese que también desde ayer puede ser visto como el mejor jugador de la historia.

La historia

También, de igual modo, será el estadio donde “Dibu” Martínez, forjó su leyenda,  la de ese chico que criado en el seno de una familia humilde, de esas donde se ven los más variados matices de lo difícil que puede ser la vida, esa de sencillez, sin cero elitismo, con falta de cortesía y algo de educación quizás, pero sobradas también de sensibilidad y está el gesto que algunos critican, de Emiliano señalándose los genitales, otra vez, al momento de recibir su premio al Mejor Arquero, pero al mismo tiempo están  sus atajadas, esa del último segundo en el minuto 120, luego en la tanda de penales, antes frente a Holanda y en octavos ante Australia.

Los franceses le gritaron, lo abuchearon, trataron de amilanarlo, pero no, se creció; el mismo que en 2018, fue un aficionado más, en este 2022 fue figura y al final con la celebración, con su polémica celebración generó el debate que aún no termina.

El porqué, todos los porqués  

“Dibu” le contó a la prensa, tal como refiere Marca que la causa de celebrar de ese modo, se debió a los abucheos de los galos y alegó de manera contundente que, con él, no iban la soberbia y la arrogancia.

Y asomaron las críticas, que si gesto vulgar, que si falta de esto y  lo otro, pero pocos se percataron que tras el juego, justo cuando Kylian Mbappé se encontraba desconsolado en la cancha, acompañado del presidente francés, Enmanuel Macron, en ese momento apareció Emiliano, así, gigante, imponente y el mismo que gritó, que guapeó, que dijo palabrotas le tendió la mano al rival, le habló, le dio ánimo, lo miró con la misma cara de aquel niño que un día, lleno de miedo, muy joven demasiado niño diría incluso, salió a probar suerte a Inglaterra y allí está, hoy siendo campeón del Mundo, siendo él, en medio de tantas máscaras y medias verdades, tan argentino como el tango, como Rayuela o el Martín Fierro.