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Solo le faltó el oro panamericano y cuando a mediados de 2021, decidió retirarse de la selección dominicana a los 44 años, emergieron sensaciones encontradas; por un lado, la satisfacción al haber tenido una carrera tan larga, por el otro la nostalgia por las metas y sueños que no se pudieron cumplir, como esa presea dorada a nivel continental que nunca llegó.

Obtuvo plata en los Panamericanos de Toronto en 2015, pero faltó ese oro, fue así, sin embargo, más allá de la perspectiva romántica, Aura Mireya Guerra, Aumí, como la conocemos y todos los que de un modo u otro admiraron y admiran su carrera saben que eso no determina nada y cerca de unos 200 trofeos de todo tipo respaldan esta idea que comentamos. La principal exponente del boliche en República Dominicana ha sido una mujer de éxito.

Entrega total

Se dice fácil, pero al momento de decir adiós, Guerra sumaba 25 años en la práctica del deporte, más de la mitad de su vida, una pasión que se arraigó en su ser desde que a los 13 años jugó boliche por primera vez, allá en la desparecida Bolerama Naco.

Todo pudo empezar allí, en aquel rincón medio apartado del que solo quedan recuerdos, pero una larga pausa se impuso y no fue hasta mediados de los años 90 que Aumí Guerra retomó la práctica de la disciplina y en 1996, tiene su primera competencia internacional, en un torneo de las Américas.

La impronta

Imparable, así fue su ascenso, brillando en todos los niveles y en cada evento que disputó, dígase Juegos Centroamericanos, Panamericanos y Mundiales, llegando a ganar en ocasiones consecutivas, 2010 y 2011, medalla de oro en la Copa QubicaAMF, el certamen de mayor prestigio en el contexto de los bolos.

No tiene el impacto mediático de otras deportistas, pero su impresionante historia de vida, ubica a Aumí Guerra dentro del selecto grupo de leyendas que han puesto bien alto la enseña nacional dominicana y esa es la mejor parte.