La selección española de baloncesto accede invicta a la segunda fase del Mundial tras un partido poco o nada memorable, en el que lo mejor fue sumar el triunfo (65-85).
Hay días en los que las cosas no salen tan bien como podrían. El pie izquierdo es recurrente y no queda otra que cubrir el expediente y pasar página cuanto antes. El de este miércoles no fue el mejor partido para engancharse al baloncesto. Ni de lejos. Sin embargo, España cumplió con la misión que tenía encomendada: ganar y pasar a la segunda fase del Mundial invicta. Un logro bastante importante, puesto que se arrastran los resultados del grupo inicial y esperan Letonia, el viernes, y Canadá, el domingo.
Compromisos en los que lo deseable es que la imagen sea mucho más notable que la que se dio ante Irán: no pudo quedar más claro que el encuentro era, por encima de todas las cosas, un incordio (65-85).
El orgullo le correspondía lucirlo en mucha mayor medida a los iraníes, ya eliminados y sin nada que perder. Llegaron a mandar hasta por nueve puntos, aprovechándose de la relajación defensiva española. A Sergio Scariolo no le gustó nada lo que vio, ya que la fluidez brilló por su ausencia hasta que tocó sentenciar el duelo. Cuando eso sucedió, la segunda mitad estaba bien avanzada.
Ya en los 20 primeros minutos, quedó claro quiénes iban a cortar el bacalao en las filas españolas. Por un lado, los Hernangómez. Sobre todo, un Juancho especialmente sólido en el tiro, mostrando las hechuras ofensivas que ya le han llevado a protagonizar jornadas memorables con la camiseta de La Familia. Su hermano mayor, Willy, se aplicó en lo de siempre: hacer daño por dentro.
Junto a ellos, brilló un Santi Aldama cada vez más cómodo como internacional absoluto. Su protagonismo en los momentos más tediosos del duelo, cuando todavía no se había encontrado el flow suficiente para tumbar la resistencia de Irán, no puede pasarse por alto.