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Su rostro serio lo decía todo, no estaba cómodo, quizás por el clima o casi seguro, como pensaron muchos, por el simple hecho de estar allí y sentir la presión del momento.

Sabía que su oportunidad llegaría, pero a la altura de ese octavo inning, con el juego casi decidido, jamás creyó que lo llamarían, sin embargo, la seña del mánager Derek Shelton indicaba que era la hora.

La oportunidad

Así, mientras José Hernández se dirigía al montículo, en su mente pasaban de modo fugaz los recuerdos de aquellos primeros años en Puerto Plata, la idea de jugar baloncesto, el barrio, los amigos, la familia, después el cambio de planes; el béisbol, la firma con Dodgers en 2016, su irrupción en la Liga Dominicana de Verano y de pronto allí, vistiendo la franela de los Piratas de Pittsburgh ( fue seccionado en el Draft de la regla 5 a finales de 2022 ), segundos antes de lanzar por primera vez en Grandes Ligas.

Probó con su bola rápida, primero una vez, después otra y las sensaciones no eran la mejores, pasó las 90 millas cómodamente, pero en su mente sabía que no era el patrón ideal.

Sacó la casta

En ese instante acudió a su experiencia, no se había probado en triple A, pero durante cinco años en las granjas de los Dodgers, tal como muestran sus números, hablamos de un récord de 17-10, con 9 juegos salvados, efectividad de 3,41, 14 jonrones y 231 ponches en 206 entradas; tenía el rodaje necesario, como para saber lo que debía hacer ahí.

Acudió a su cambio de velocidad y ese control deslizante que más de una vez lo ha sacado de apuros. Así sacó dos outs y tras un sencillo, le rompió los tiempos a Jake Fraley, obligándolo a conectar un rodado por el campocorto.

Hizo los ajustes necesarios y luego de la incertidumbre inicial, mantuvo el control en sus comandos, logrando 12 strikes de un total de 15 lanzamientos par cerrar un octavo capítulo de modo impecable.

La impronta

Era el segundo dominicano en debutar en Grandes Ligas en este 2023 y el 886 de todos los tiempos, pero más allá del simbolismo de ese acontecimiento, lo mejor de todo fue ver a José Hernández siendo tan consistente y lanzando de ese modo.

Entró al roster de 40 casi por casualidad, cuando una lesión de Jarlin García le abrió las puertas del bullpen de Pittsburgh y mejor no lo pudo hacer.

A sus 25 años demostró que si está preparado para asumir un rol protagónico en el primer equipo y que sus malos números en primavera (lanzó para 8,10 de efectividad) se debieron a una cuestión de contexto y nada más.