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Miradas cruzadas, retadoras, por segundos, milésimas de segundos diría, todo se resume a eso, a las miradas y el instante, único, desde entonces queda perpetuado en el tiempo…
Pocos o nadie hubiese imaginado que casi 80 años después de aquel 2 de septiembre de 1945, cuando en la Bahía de Tokio, Japón firmó su rendición incondicional y en el acto, se oficializó el fin de la Segunda Guerra Mundial; nadie podía imaginar que después de Pearl Harbor, de Okinawa y de Iwo Jima, después de Hiroshima y Nagasaki, en un pedazo de tierra al sur de los Estados Unidos, un japonés, estaría poniendo a sus pies al planeta entero y hasta cierto punto, cobrando venganza.
Ni en la mejor ficción
Anoche en Miami, era Shohei Ohtani y Mike Trout de compañeros de equipo a enemigos íntimos y en sus miradas, se reflejaba la intensidad del momento. El quinto Clásico Mundial de Béisbol agonizaba y los dos mejores peloteros del planeta protagonizaban ese cierre de película que ni en la mejor ficción hubiésemos imaginado.
Eran Ohtani y Trout, pero en perspectiva, como personajes salidos de una novela de Yukio Mishima y Ernest Hemingway, el asiático y el norteamericano pudieron haber sido los hombres más importantes de todo el orbe y lo fueron…
El mejor final sin discusión, todo valió la pena para llegar hasta ahí, a ese partido por el oro; los seis años de espera, las dudas, los cuestionamientos, la polémica, todo; el mejor equipo del torneo (por nómina), contra el que mejor jugó; un choque de leyenda, el marcador 3-2, bateo oportuno y un pitcheo casi perfecto, efectivo acotaría.
La maquinaria nipona
Los nipones acabaron invictos, 7-0, siete muestras del poder de una maquinaria colosal; Nootbaar, Murakami, Yoshida, Yamada, Sasaki, Darvish, Yamamoto, Ohtani; referentes de una versión mejorada de aquellos elencos campeones en las dos primeras ediciones del Clásico Mundial, 2006 y 2009.
Desde el juego contra China el primer día, pasando por ese dramático choque ante México en semifinales, los japoneses fueron los claros dominadores del mejor torneo de la historia hasta el momento y eso el béisbol lo necesitaba.
Y el Clásico se quedó para siempre
Brilló Venezuela, también Cuba y el sorprendente conjunto mexicano, pero por encima de todo, con Japón, brilló este deporte que tanto amamos.
En el 2026 estará de vuelta, más rápido de lo que pensamos y con el precedente de estas jornadas de marzo, la idea es una y es que si alguna vez se pensó en el final, hoy la sensación es que el Clásico Mundial se quedará para siempre.
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