Your browser doesn’t support HTML5 audio

Parece que en cualquier momento se desmoronará, que bajará la cabeza y sin mirar dará media vuelta  y se marchará a la francesa, sin decir adiós. Esa ha sido la tónica desde hace par de campañas, pero no, sigue ahí, escrutándolo todo con esos ojos de águila, inquebrantable, resistiendo, resistiendo… resistiendo.

En su momento, cuando se sentó en el trono caliente, luego de ser presentado como nuevos mánager de los Yankees de Nueva York, muchos pensaron que sí, que podía ser el elegido para sustituir al mítico Joe Girardi y entonces alrededor de la mística de aquel memorable batazo frente a los Medias Rojas en 2003 se tejieron las más increíbles historias alrededor de su figura y ahí, en ese punto fue Dios, como una especie de Mesías.

La estela de Boone

Aaron Boone llegó al corazón de Manhattan con la etiqueta de salvador, fue allá por 2018 cuando los Mulos iban para diez años sin ganar la Serie Mundial y en el comienzo fue bueno, ganó 100 juegos, al año siguiente ganó más de 100 y siguió siendo bueno, pero a la hora de la verdad se quedaba sin argumentos, se diluía en un abismo sin fin, así como si nada.

Tras la derrota en la Serie Divisional de 2020 contra los Tampa Bay Rays, la gente comenzó a odiarlo, no había calado de buena manera la forma en la que manejó el pitcheo relevo, en particular el caso de Aroldis Chapman y por ese entresijo comenzó a emerger la perspectiva del desencanto.

Del amor al odio

Lo abuchearon, fue criticado hasta la saciedad y en 2021, después de que los Yankees llegaran al Duelo de Comodines in extremis, todos pedían a gritos su salida, pero con la eliminación a manos de los Medias Rojas llegó la noticia de que la franquicia decidía extenderlo.

Ya para 2022, la trama se complejizó, Boone se obsesionó con Joey Gallo y Aaron Hicks, estos bateaban sobre 200, fallaban a la defensa, lucían excesivamente mediocres y de igual modo el timonel seguía apostando a ellos, se aferraba como si no tuviese más alternativas y esto, tampoco se lo perdonó la afición.

La barrida propinada por los Astros de Houston en la Serie de Campeonato de la Liga Americana exorcizó los demonios, exacerbó como nunca antes la idea que Aaron Boone sobraba y por ende debía abandonar el banquillo, pero todos sabían que seguiría y ahí está.

 El enemigo publico “número 1”

Hace unos días, a comienzos de semana, una vez más el dirigente fue noticia, luego de tomar la polémica decisión de sacar al dominicano Domingo Germán, cuando este se encontraba a dos outs de lograr la lechada frente a los Guardianes de Cleveland.

Lo abuchearon como nunca antes, le dijeron de todo y cuando el relevo falló y los muchachos de Terry Francona concretaron la remontada, Boone fue por minutos el hombre más repudiado en la faz de la tierra.

El elenco neoyorkino ganó el martes y de igual modo el miércoles, pero esa pesada sensación persiste. Aaron Boone es el enemigo publico “número 1” de los Yankees de Nueva York y por ahora, las esperanzas de un cambio parecen dilatarse en el tiempo.