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El fútbol, el deporte más popular del mundo, sigue enfrentándose a uno de sus mayores retos: el racismo. La reciente denuncia del joven lateral del FC Barcelona, Alejandro Balde, evidencia que este flagelo persiste, manchando no solo el espectáculo deportivo, sino también los valores de inclusión y respeto que deberían prevalecer en la sociedad.
Durante el partido de LaLiga entre el FC Barcelona y el Getafe, Balde fue víctima de insultos racistas en el estadio Coliseum de Madrid. “Fue en la primera parte y al terminar se lo comenté al árbitro, que activó el protocolo”, detalló el jugador nacido en Barcelona en 2003, hijo de madre dominicana y padre ecuatoguineano. El incidente fue registrado en el acta arbitral, pero la rapidez de la FIFA para condenar estos hechos contrasta con el silencio prolongado de LaLiga y otras instancias locales.
Un eco institucional: condena sin acción tangible
El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, no tardó en respaldar públicamente a Balde. “El racismo es un flagelo contra el cual debemos mantenernos unidos para combatirlo y derrotarlo. No al racismo. No a ninguna forma de discriminación”, expresó el dirigente en sus redes sociales. Sin embargo, esta condena parece seguir el patrón habitual de declaraciones fuertes, pero con pocas consecuencias efectivas.
El racismo no es un problema nuevo en el fútbol español. Casos emblemáticos como los repetidos ataques a Vinícius Júnior del Real Madrid o las recientes sanciones a aficionados en el clásico español muestran una tendencia alarmante que requiere más que gestos simbólicos. La activación de protocolos durante los partidos, aunque necesaria, parece ser insuficiente para erradicar el problema desde su raíz.
Alejandro Balde: la voz de una nueva generación
A pesar de su juventud, Alejandro Balde ha demostrado tener una madurez admirable dentro y fuera del campo. Tras el partido, publicó un mensaje contundente en Instagram: “El racismo no tiene lugar ni en el fútbol ni en la vida. Hay que seguir luchando para que estos actos desaparezcan. Es una pena que en 2025 sigan pasando estas cosas”.
Su postura resalta la importancia de que los futbolistas, especialmente los más jóvenes, utilicen su plataforma para denunciar y exigir cambios. Balde, que representó a España en el Mundial de 2022, no solo es una promesa del fútbol mundial, sino también un símbolo de resistencia ante las injusticias que aún persisten en el deporte.
El papel de LaLiga y la sociedad
Mientras que Infantino y la FIFA han condenado el incidente, el silencio inicial de LaLiga ha sido objeto de críticas. La falta de medidas contundentes contra los equipos cuyos aficionados protagonizan actos racistas genera una sensación de impunidad. No es solo responsabilidad de los organismos internacionales actuar; las ligas locales, los clubes y las autoridades nacionales deben comprometerse de manera más activa.
Además, el racismo en el fútbol refleja un problema más amplio en la sociedad. Los estadios, aunque cerrados en su estructura física, son un espejo de las tensiones y prejuicios sociales. Erradicar el racismo en el deporte requerirá no solo sanciones, sino también educación, campañas de concienciación y un cambio cultural más profundo.
Un futuro incierto, pero lleno de esperanza
La denuncia de Alejandro Balde es un recordatorio doloroso de que el camino hacia un fútbol libre de racismo aún es largo. Sin embargo, su valentía y la condena pública de figuras como Infantino son pasos importantes hacia el cambio.
Es momento de que las palabras se transformen en acciones concretas. La lucha contra el racismo no debe ser una tarea aislada de los jugadores afectados, sino un esfuerzo colectivo de clubes, ligas, organismos internacionales y, sobre todo, de los aficionados. Solo así podremos soñar con un futuro en el que el fútbol sea verdaderamente un deporte inclusivo, donde cada jugador, sin importar su origen, sea valorado únicamente por su talento y dedicación.