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En un escenario cargado de simbolismo, el Estadio Monumental de Buenos Aires, hogar del prestigioso River Plate, será el telón de fondo para la final de la Copa Libertadores 2024, que se disputará el próximo 30 de noviembre. En esta ocasión, la ansiada copa se verá disputada por dos equipos brasileños: Atlético Mineiro y Botafogo. Para muchos aficionados argentinos, la elección de esta sede se convierte en un recordatorio del doloroso dominio que los clubes de Brasil han ejercido en el torneo más importante de Sudamérica.

Con la eliminación de River en las semifinales a manos del “Galo”, los hinchas argentinos no solo sufrieron la pérdida de su equipo, sino que también deberán observar desde la distancia cómo dos equipos forasteros se apoderan de su estadio. Atlético Mineiro, tras una sólida actuación en la ida, dejó a los millonarios sin posibilidades de remontar, marcando un golpe profundo en el orgullo local.

Por su parte, Botafogo llega a la final con la moral alta después de un impresionante 5-0 contra Peñarol en la ida de su semifinal, un resultado que casi asegura su paso a la final antes de disputar el partido de vuelta.

El dominio brasileño en la Copa Libertadores se ha vuelto innegable en los últimos ocho años. Con la edición de 2024, se completarán seis años consecutivos en que el trofeo ha aterrizado en tierras cariocas. De las últimas ocho finales, solo tres han sido disputadas por equipos no brasileños: Lanús, Boca Juniors y River Plate, dejando a Brasil como el gran protagonista del torneo. La única vez que un club brasileño perdió una final contra un rival de otro país en este período fue en 2009, cuando Estudiantes de La Plata venció a Cruzeiro.

La supremacía brasileña no es un simple capricho del azar; se trata de una combinación de inversión, talento y una estructura competitiva robusta que ha llevado a estos clubes a posicionarse como los mejores de la región. Con cada edición, el eco de la samba resuena más fuerte en la historia de la Copa Libertadores, mientras los equipos argentinos ven cómo su lucha por el título se transforma en una batalla cada vez más desigual.

El 30 de noviembre, cuando se baje el telón en el Monumental, no solo se definirá un campeón; se reafirmará un ciclo de éxito brasileño que parece no tener fin. Con el Mundial de Clubes 2025 en juego, la presión aumentará, y los ojos del continente estarán fijos en Buenos Aires, donde el fútbol sudamericano volverá a ser testigo de su propia evolución.