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El manual de operaciones de la selección uruguaya siempre ha demandado audacia, voracidad y un toque de descaro. Este carácter quedó patente en el enfrentamiento contra Brasil, donde Uruguay, personificado en la arrojada jugada de Nández, desafiaba constantemente el área rival y el clímax del partido.

 

Durante un breve lapso, Brasil intentó emular su gloria histórica, con Douglas Luiz y Savinho desplegados estratégicamente bajo la dirección de Dórival Jr., buscando fisuras en un oponente que, sin embargo, se recuperó de lo que podría haber sido un golpe devastador: una expulsión en un momento crucial.

 

Destacó Rochet como una de las figuras principales, encarnando la solidez que define al equipo. Uruguay, aunque no logró penetrar con fuerza más allá de un tiro libre desviado de Valverde, se vio limitado por un contexto que favorecía un estilo más conservador.

Quizás el mérito más notable del equipo del Loco fue mantener la compostura en los minutos finales de tensión y concentración, asegurando así su llegada a la serie con la misma confianza con la que jugó el partido completo. Rochet personificó esta confianza con su impresionante atajada para desviar el remate de Militao, un golpe que desbarató las esperanzas brasileñas de un milagro en la serie.

 

Este triunfo encamina a Uruguay hacia las semifinales, donde enfrentará a Colombia en Carolina del Norte, buscando replicar su éxito anterior en 2011 y celebrar otro título en Sudamérica bajo la dirección del Loco.

Uruguay, indudablemente, se afianza como el último semifinalista, consolidando su posición con determinación y astucia en cada paso del camino haci‚a la gloria.