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A pesar del auge del deporte femenino, las atletas siguen sin figurar entre los 100 mejor pagados. 

El crecimiento del deporte femenino ha sido innegable en los últimos años. Torneos como el Mundial de Fútbol Femenino de 2023 en Australia y Nueva Zelanda, la Eurocopa femenina y la Champions League han batido récords de audiencia y asistencia. Sin embargo, este crecimiento no se ha traducido en un impacto directo en los salarios y contratos publicitarios de las atletas, quienes continúan estando muy por debajo de sus pares masculinos en términos económicos.

Recientemente, el portal especializado en la industria deportiva, Sportico, publicó su lista de los 100 atletas mejor pagados del mundo en 2024, y, por segundo año consecutivo, ninguna mujer figura en ella. Esta ausencia deja en evidencia la desigualdad persistente en el mundo del deporte, donde los ingresos de las mujeres aún están lejos de equipararse con los de los hombres.

Las cifras que reflejan la brecha

Cristiano Ronaldo, estrella del Al Nassr, lidera la lista de los deportistas mejor pagados con un ingreso anual de 260 millones de dólares, entre salario y contratos publicitarios. En contraste, la atleta femenina mejor remunerada, la tenista Coco Gauff, ganó 30,4 millones de dólares, una cifra que equivale a apenas el 11% de lo que percibió el astro portugués.

Para dimensionar la disparidad, el deportista masculino en el puesto 100 de la lista, el mariscal de campo de la NFL Daniel Jones, acumuló ingresos por 37,5 millones de dólares, superando por un amplio margen a cualquier mujer en el deporte. La esquiadora acrobática china Eileen Gu, quien sigue a Gauff en el ranking femenino, estaría incluso fuera del top 250 de atletas mejor pagados.

La diferencia se extiende más allá de los ingresos individuales. Los 15 atletas masculinos mejor pagados sumaron 1.360 millones de dólares en salarios y premios, mientras que las 15 mujeres con mayores ganancias apenas alcanzaron los 64 millones por los mismos conceptos.

El crecimiento del deporte femenino: ¿por qué no se traduce en mayores ingresos?

Los eventos deportivos femeninos han demostrado su viabilidad económica. El Mundial Femenino de 2023 fue el primero en generar ganancias sin depender de los ingresos de la versión masculina, alcanzando una recaudación de 570 millones de dólares. En la WNBA, la llegada de figuras como Caitlin Clark ha impulsado el valor de las franquicias, ha disparado la audiencia televisiva y ha consolidado planes de expansión de la liga.

Sin embargo, el impacto económico no se refleja equitativamente en los ingresos de las atletas. En el baloncesto, Victor Wembanyama, Novato del Año de la NBA, firmó un contrato por 12 millones de dólares, mientras que Caitlin Clark, su equivalente en la WNBA, percibió un salario de apenas 75.535 dólares. Esto significa que la jugadora de Indiana Fever gana menos del 0,63% de lo que recibe el jugador de los San Antonio Spurs.

Incluso en deportes que han avanzado en la equidad de premios, como el tenis, la brecha persiste. Jannik Sinner, el tenista masculino mejor pagado en 2024, acumuló 52,3 millones de dólares, mientras que Coco Gauff obtuvo 30,4 millones. Aunque la diferencia es menor en comparación con otros deportes, sigue evidenciando un desnivel en la valoración económica del deporte femenino.

¿Cuáles son las razones detrás de esta desigualdad?

Varios factores explican por qué las atletas femeninas aún no alcanzan los mismos ingresos que sus contrapartes masculinas:

  1. Menor inversión en derechos de transmisión y patrocinios: A pesar del aumento en la audiencia de los eventos femeninos, los contratos de televisión y publicidad siguen favoreciendo ampliamente a las competencias masculinas.
  2. Diferencias en las estructuras salariales: En ligas como la NBA y la WNBA, los modelos de negocio son completamente distintos. Mientras la NBA genera ingresos anuales cercanos a los 12.000 millones de dólares, la WNBA alcanzó un récord de 200 millones en su última temporada.
  3. Factores culturales y de percepción: Históricamente, el deporte masculino ha dominado la narrativa mediática y la atención del público. Aunque esto está cambiando, los cambios en percepción y patrocinio no han avanzado al mismo ritmo.

Un futuro prometedor, pero con retos pendientes

A pesar de las dificultades, el deporte femenino está en un punto de inflexión. Según datos de la consultora Deloitte, el sector generó 1.000 millones de dólares en ingresos globales en 2024, un 300% más que hace tres años. Además, el interés por las competiciones femeninas sigue en ascenso: el Final Four de la NCAA femenina tuvo una audiencia acumulada de 18,9 millones de espectadores, superando cualquier partido de la NBA en los últimos cinco años.

Nuevas iniciativas también están surgiendo para fortalecer el deporte femenino. La WNBA se expandirá a 16 equipos en 2026, la NWSL (liga de fútbol femenino de EE.UU.) creció a 14 franquicias y la Liga Profesional de Hockey femenino debutó en 2024. Además, se anunció la creación de AWSN, una plataforma de streaming dedicada exclusivamente a la transmisión de deportes femeninos.

A medida que el mercado deportivo evoluciona, el reto será traducir este crecimiento en ingresos reales para las atletas. La equidad salarial en el deporte sigue siendo un objetivo a largo plazo, pero las tendencias actuales indican que, aunque el camino sea lento, el cambio es inevitable.