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La historia de la NBA puede contarse a través del prisma defensivo, un aspecto que, a pesar de su importancia, ha cambiado de enfoque con el tiempo. Desde el reciente fallecimiento de Dikembe Mutombo hasta la inclusión de Michael Cooper en el Salón de la Fama, la liga ha vivido épocas en las que la defensa era tan apreciada como el ataque. Mutombo, reconocido por su dominio defensivo en la pintura, y Cooper, un defensor de perímetro elogiado por leyendas como Larry Bird, representan una era donde los defensores exteriores y los interiores compartían protagonismo. Sin embargo, la NBA actual ha otorgado a los interiores un papel predominante, relegando a los defensores de perímetro a un segundo plano en la consideración de los mejores jugadores defensivos.

La tiranía de los gigantes

Mutombo, a pesar de no destacar ofensivamente, acumuló logros que resaltan su impacto en la defensa, como siete presencias en el All-Star y apariciones en los quintetos defensivos. Michael Cooper, aunque menos laureado, se convirtió en el primer guard en ganar el premio a Defensor del Año en 1982-83, precediendo a una era en la que los grandes dominarían este galardón. Desde los años noventa, solo cuatro defensores exteriores han ganado el premio: Gary Payton, Ron Artest, Kawhi Leonard y Marcus Smart. Jugadores versátiles como Draymond Green y Kevin Garnett aparecen como excepciones, pero el peso de los centímetros y kilos es innegable en la defensa moderna.

Los retos de los defensores exteriores

En una era en la que el triple es fundamental y la defensa en la pintura sigue siendo primordial, el rol del defensor exterior ha sido complicado. Aunque figuras como Keegan Murray demuestran habilidad en el uno contra uno, el énfasis de la NBA en la defensa interior los deja en desventaja. La proliferación de estadísticas avanzadas ayuda a resaltar las contribuciones de estos jugadores, pero la matemática sencilla sigue favoreciendo a aquellos que protegen la pintura, ya que dificultan la acción más esencial del baloncesto: el tiro.

La NBA, consciente de los cambios en el juego, ha eliminado la rigidez de posiciones en los mejores quintetos de la temporada, permitiendo que los equipos se adapten a las tendencias actuales del baloncesto sin posición fija. Sin embargo, esta libertad ha causado situaciones extrañas en los equipos All-Defense, donde es común ver un dominio de interiores, relegando a los exteriores como Jrue Holiday, Derrick White y Alex Caruso a un rol secundario.

El futuro de la defensa

El baloncesto moderno ha evolucionado hacia una preferencia por el small ball y la ofensiva, lo que desafía a jugadores como Rudy Gobert, que deben adaptarse para permanecer en la cancha. En los playoffs, donde la defensa es crucial, se revelan las limitaciones individuales de muchos jugadores. Aunque los defensores interiores suelen recibir mayor crítica, los defensores exteriores sin gran ofensiva también enfrentan restricciones de minutos y oportunidades.

La NBA no es la única liga que ha facilitado el juego ofensivo: las normas del fuera de juego en el fútbol y las limitaciones de contacto en la NFL también otorgan ventajas a la ofensiva. Sin embargo, en el baloncesto, donde el triple y la defensa en la pintura son vitales, aquellos sin tiro exterior tienen poco margen para destacarse en defensa. Esto ha llevado a un estigma para defensores perimetrales históricos como Tony Allen y Matisse Thybulle, cuyo legado es el de una era en la que la defensa de perímetro era fundamental en cada equipo.

La necesidad de rescatar el legado defensivo

A medida que la NBA evoluciona, los defensores exteriores están cada vez más en riesgo de quedar fuera del reconocimiento que merecen. Con una liga dominada por el poder ofensivo, los aficionados del mañana pueden perder de vista a figuras actuales como Luguentz Dort, José Alvarado y Lonzo Ball, quienes podrían ser olvidados en favor de los defensores interiores. Es esencial que aquellos que valoran la defensa en la NBA no dejen caer en el olvido el impacto de estos jugadores, quienes a menudo son los responsables silenciosos del éxito de sus equipos, pero cuyo reconocimiento depende de que alguien cuente sus historias.