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Por un lado, la fe de Rastignac, siempre confiando que en día lograría abrirse camino en París, sin perder por un momento esa convicción intrínseca que tienen los hombres seguros de sí mismos.

Por un lado, Rastignac, Eugene de Rastignac, tal como lo describe Balzac en Papá Goriot, por el otro, Alejandro Dumas poniendo en boca de Edmundo Dantes aquella célebre frase– Confiad y esperad- la misma con la que cierra El conde de Montecristo y así han estado tantos, el Santiago de Hemingway, el Juan Cristóbal de Romaind Rollaind y quizás de cierto modo, salvando las distancias y las inclemencias del impetuoso tiempo, así pudo estar él, aquel día a mediados de los años 90…

El comienzo

Había nacido en Queens, el célebre condado de Nueva York, un 15 de septiembre de 1971 y 23 años después, estaba saliendo de la Universidad de Loyola con un título de Historia y Sociología en su mano y una frenética pasión…el baloncesto.

Aquel era Michael Malone hace ya casi tres décadas; Michael Malone el hijo de Brendan Malone, el mismo que por aquellos años descollaba como entrenador asistente de los Detroit Pistons de Isiah Tomas y compañía.

Aquel era Michael Malone, el hombre que hoy, está a punto de hacer historia con los Denver Nuggets en las Finales de la NBA.

Historia de una pasión

Malone se graduó de historia en Loyola, pero la pasión por el universo de las duelas y las canastas lo llevaba en la sangre y durante su época de universitario, reseña Sport Ilustrated que, en 107 partidos disputados descolló como un base de aceptable nivel, llegando a compilar casi 300 asistencias durante cuatro temporadas.

Tras acabar sus estudios, Mike Malone pensó hasta en hacer carrera como oficial de policía o seguir su camino como sociólogo e historiador y por instantes dio pasos en ese sentido, llegando a limpiar pisos en oficinas, buscando algo de dinero para mantenerse.

Fue Pete Gillen, un viejo conocido de su padre Brendan; fue Gillen el que le dio a Mike la primera oportunidad como entrenador, llevándolo de asistente al Providence College.

Allí estuvo entre 1995 y 1998, puliendo sus conocimientos y viviendo de cerca los vericuetos del día de día dentro de un mundo tan atrapante como sacrificado.

Cuenta NBA.com que, en 1999, la Universidad de Virginia le abrió las puertas, de igual modo en rol de asistente y a partir de entonces su ascenso sería imparable.

El gran salto

El resto es historia, una historia poco conocida, pero que está ahí, bastante fresca en los anales de este maravilloso deporte.

Con los Knicks tuvo primer trabajo en la NBA y después vendrían los Cavaliers, los Hornets y los Warriors, siempre como asistente; escrutando, aprendiendo hasta el más mínimo detalle, adquiriendo las mejores formas para el gran día…ese día llegó en 2013, cuando Michael Malone recaló como entrenador principal en Sacramento.

A finales de 2014 fue despedido y en ese instante Mike Malone pudo haber dejado todo, pero era un obseso y su fe, aquella de antaño, su fe se mantenía inalterable y por ende, decidió seguir.

El revolucionario Malone

Llegó a Denver en 2015 y ocho años después sigue allí, siendo el gran arquitecto, el revolucionario, el revulsivo, el ideólogo de la dinámica y estilo de juego de un equipo que parecía sucumbir en el abismo, luego de la salida de Carmelo Anthony.

En 2018, después de cinco años sin llegar a postemporadas, los Nuggets de Malone marcan la pauta con un histórico retorno, quedando bien cerca de las Finales un año después y descollando como un serio contendiente no solo en el Oeste, también en toda la NBA de manera general.

Todos hablan de Jokic, del gran Nikola Jokic y también de Jamal Murray y de Aaron Gordon y Michael Porter Jr, pero sin mucho ruido, tras bambalinas, como un viejo sabio, es un criterio casi absoluto que se trata de la obra perfecta de Michael Malone, el hombre que nunca perdió su fe ni esa vocación de perseverar siempre y en cuestión de días, el destino le puede tener reservado el mejor de los premios, una cuestión de justicia divina, diría…¿usted qué cree?