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Del que tiraba duro, durísimo y con apenas 19 plantó bandera en Nueva York y allá en Queens casi se corona emperador y fue bueno, muy bueno, el mejor para muchos, incluso un Dios, así, imponente como un ébano…

Del que intimidaba a todos y con solo mirar, desafiante, como una rencarnación de Bob Gibson, de ese modo ganaba la mayoría de sus juegos, pues cuando un hombre de ese tamaño te mira así, como poseído y después te pega una recta a casi 100 y luego otra y después otra y más tarde te quiebra la cintura con una slider, cuando eso pasa solo quieres desaparecer.

La estampa de Gooden

Ese era Dwight Gooden, el que irrumpió en Grandes Ligas allá por 1984 y fue Novato del Año, Cy Young, varias veces finalistas para el MVP y con los Mets, reescribió la historia en aquel lejano 1986, para ganar el anillo de Serie Mundial, casi veinte años después de aquella gesta de finales de los 60, ganándolo ante la mirada atenta del mismo Tom Seaver y desde entonces, con apenas 21 años, Gooden estampó su propio legado.

Se dicen tantas cosas de Dwight Gooden, que lanzaba 9 innings hoy y cuatro días después salía y volvía a lanzar 9 más, 100 lanzamientos un día, 100 más el otro, 120, 130, era una máquina Gooden y así, ganó 17 juegos y luego 24, 18 en 1988 y cuando se especuló que ya no era el mismo se apareció con forja de 19-7 y efectividad de 3,83 en 1990, quedando cuarto en la votación para el Cy Young.

La caída

Llevaba siete años en Las Mayores, lo había ganado todo y de pronto, se perdió, se refugió en las drogas, luego en el alcohol, tocó fondo, fue un paria y en 1995, pensó en suicidarse.

Cuentan Sport Ilustrated y el New York Post que, tras varias violaciones del programa contra las drogas de la MLB, Gooden había sido suspendido, perdiéndose casi toda la temporada de 1994 y quedando fuera al año siguiente.

El propio Gooden narraría con el tiempo que la depresión era tal que en varias ocasiones pensó en el final, perdió las ganas de todos, necesitaba lanzar…

La vuelta de tuerca

Por azar o por el destino mismo, en 1996, Dwight Gooden cruzó el puente de Brooklyn y se fue al Bronx, con los Yankees.

Tenía 31 años y en un principio fue un caos, era bateado con facilidad, recibió varias oportunidades, pero no encontraba el camino y en tres aperturas mostraba un exagerado promedio de limpias de 11,48.

Fue llevado al bullpen, pero según cuentan, era cuestión de días para que Gooden acabara viajando a Ligas Menores, sin embargo, a inicios de mayo, una lesión de David Cone hizo regresar a Gooden a la rotación abridora.

El propio serpentinero ha contado en reiteradas ocasiones que una conversación con el entonces entrenador de pitcheo de los Mulos, Mel Stottlemyre, lo cambió todo.

La gran historia de Dwight Gooden

Tuvo una primera salida exitosa lanzando seis tramos a buen nivel frente a los Medias Blancas, luego otra contra Detroit y el 14 de mayo, hace veintisiete años le tocó enfrentar en el Yankee Stadium a la poderosa toletería de los Marineros de Seattle.

El resto es historia…después que Derek Jeter atrapará un fly a la zona corta del left field, el grito eufórico de Gooden, apretando los puños y señalando hacia el cielo lo dice todo, ahí están las imágenes y los vídeos para guardar la memoria de aquella jornada; con 134 pitcheos, Gooden había dejado sin hits ni carreras a una tanda que tenía a hombres como Jay Buhner, Ken Griffey Jr, Edgar Martínez y Alex Rodríguez.

El hito

Refiere MLB.com que antes de ese partido, Seattle promediaba un OPS de 847 y además habían implantado récord de jonrones para los primeros 37 desafíos de una campaña con 65 vuelacercas.

De leyenda y tras aquel suceso, la historia volvió a girar a favor del otrora estelar de los Mets; terminó con marca de 11-7 y ganó su segundo anillo para enaltecer su impronta y disipar ese halo gris que se había cernido sobre él.

El adiós

En 1997 permaneció con los Yankees par con posterioridad ir a Cleveland y luego de un largo peregrinar por Houston y Tampa, regresar con los Mulos.

Se retiró en el 2000, con 16 temporadas a cuestas, 194 victorias y más de 2000 ponches. Estaban sus anillos, su Cy Young, sus Juegos de Estrellas, pero con el paso del tiempo, recayó en las drogas, no obstante, la gente lo recordaría por lo que ocurrió aquel 14 de mayo, cuando tocó el cielo de Nueva York con sus manos.