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Corría el mes de abril de 2022 y en el Yankee Stadium, las miradas del mundo del béisbol estaban puestas en el Juego Inaugural de la nueva temporada de Grandes Ligas.

Medias Rojas de Boston y Yankees de Nueva York corrieron por aquel entonces las cortinas del gran espectáculo y como si fuera hoy, todavía está fresco el recuerdo de aquel hit decisivo de Josh Donaldson para sentenciar el encuentro en extrainnings y la algarabía de la gente tras el triunfo de los Mulos.

La promesa que nunca fue

Allí estaba él también, había sido uno de los temas predilectos de la prensa y de la afición desde la pretemporada, pues su condición era un enigma luego de par de campañas desastrosas (2020 y 2021) marcadas por las lesiones y los constantes altibajos.

En ese instante, nadie se acordaba de su buena temporada en 2018, cuando pegó 27 jonrones e impulsó 79, quedando en el puesto 22 en la votación para el MVP, sin embargo, Aaron Hicks le contó a los medios que aspiraba a una zafra de 30 jonrones y 30 bases robadas.

El drama de Hicks

Meses después, entre los abucheos y las criticas acérrimas de la fanaticada en el Bronx, la perspectiva que predominaba en el entorno de Yankees era que sería cambiado o que al menos lo intentarían.

No pasó, sí se fue Joey Gallo, pero Hicks se quedó y en ese instante algunos le dieron el beneficio de la duda, pensando que en ese tramo final se podía recuperar, pero las cosas fueron de mal en peor, siguieron los abucheos y para decorar el tono trágico de la historia, el hombre acabó en la banca, siendo relegado al ostracismo ante el empuje del talentoso Oswaldo Cabrera.

En la temporada baja, tal como había ocurrido antes, su nombre volvió a emerger, no obstante, en reiteradas ocasiones, el mánager Aaron Boone y el gerente general Brian Cashman ratificaron su confianza en Hicks de cara a 2023, esto a pesar de haber cerrado con los peores guarismos de su carrera, luego de registrar una hoja de corte de 216/330/313, con 8 jonrones y 40 carreras.

La maldición

Llegó la primavera y en 18 partidos, el jugador de 33 años generó algo de ilusión, se vio mucho mejor, legó un average de 293 con un jonrón y par de carreras impulsadas.

Y así, en otro mes de abril, en otra nueva temporada regresó Aaron Hicks al ruedo con los Yankees y con el regreso, volvieron de igual modo los problemas de antaño; la inseguridad, la descoordinación en el cajón de bateo, por ende, la ansiedad desbordada y hasta problemas a la defensa.

Volvió a ser abucheado, se molestó con Boone, cuestionó su estatus en el equipo, dejando la cruda impresión de estar en el momento y lugar equivocados.

En tres partidos que ha disputado no ha dado hits (8-0) y si algo faltaba para ahondar en este drama era que volviera a la banca.

Un halo místico comienza rondar su figura y algunos en este instante, hablan hasta de la maldición de los Yankees y en consecuencia exigen como nunca antes su salida.

En este punto, quizá dejamos esperar hasta agosto, pero una idea se impone, allí en Manhattan, nadie quiere saber de Aaron Hicks.