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Veintitrés años atrás, cuando comenzaba el siglo, un joven de 20, con un rostro jovial como son la mayoría de los rostros en los jóvenes de 20 años, un joven así, de buen tamaño y buen físico en general, con una maleta cargada de sueños, miraba al mundo con aires de conquistador y la ilusión de al menos ser bueno en lo que estaba haciendo. Su mundo para ese entonces, se resumía a un guante, un bate y una pelota de béisbol y eso era lo más grande…
En esto pensaba José Bautista aquel 1 de octubre de 2015, el tiempo había pasado, llevaba una década en Grandes Ligas, no tenía 20, tenía 34 y su historia, aquella que había empezado en Pittsburgh, justo cuando iniciaba el siglo, su historia había dado un giro inesperado, algo brusco…luego de cinco años en el PNC Park, a mediados de 2008, el dominicano se fue a Toronto y allí estaba, vistiendo la franela de los Azulejos, haciendo historia aquel día de octubre, harán ya 8 años.
Momento cumbre
El elenco canadiense vencía 15-2 a los Orioles de Baltimore y con el triunfo no solo ganaba el banderín de la División Este en la Liga Nacional, sino que lograban regresar a postemporada 22 años despues de aquel legendario 1993, cuando Joe Carter decidió el sexto juego de la Serie Mundial, para darle el segundo anillo consecutivo a Toronto. Bautista como una especie de alter ego de Carter se había erigido en referente de aquella gesta y en aquel partido llegó a 40 jonrones en la campaña, una batazo descomunal, que había levantado a los fanáticos de las gradas, provocando el delirio.
El criollo era el ídolo de la afición en el Rogers Centre, se había ganado el corazón de la gente desde su llegada, pero de modo particular, luego de aquella zafra en 2010, cuando jugó 161 partidos, dejando una hoja de corte de 260/378/617, despachando 54 vuelacercas e impulsando 124 carreras.
El ídolo
Su desempeño alcanzó tal dimensión que Bautista asistió a su primer Juego de Estrellas, ganó el Bate de Plata y acabó cuarto en la votación para el MVP, sentando el precedente que daría comienzo al período cumbre de su carrera deportiva.
A su descomunal zafra del 2010, le siguieron la de 2011 con 43 jonrones, otro Juego de Estrellas, un nuevo Bate de Plata y el tercer lugar en la votación para el MVP, además de la de 2014 con 35 vuelacercas y esa de la que hablamos en 2015 con 40 bambinazos. En estas últimas, sumaría otro Bate de Plata, quedando en ambas oportunidades dentro de los diez finalistas para el MVP.
La gloria
Se llenó de gloria, escribiendo su nombre en los anales del juego como uno de los bateadores más respetados de la pasada década, marcado por la polémica debido a esa manera de suya de celebrar los jonrones tirando el bate con tono irreverente y hasta burlón y en este punto muchos lo recordarán por aquel célebre puñetazo tras su encontronazo con Rougned Odor durante un duelo entre Azulejos y Vigilantes.
Si bien dio 22 jonrones en 2016 y 23 en 2017 su impacto se fue disipando con el tiempo. Ya estaba cerca de los 40 e intentó gastar sus últimos cartuchos en 2018, jugando para los Mets pero fue infructuoso, recaló en Filis y en Bravos, de igual modo, las cosas tampoco salieron como esperaba.
Fue la última página del último capítulo en la historia de aquel joven de 20 años que en los albores del nuevo siglo, con una mochila cargada de sueños, intentaba comerse al mundo.
La leyenda
Tres años después de su última temporada en Las Mayores, Bautista regresó a los terrenos para formar parte del equipo dominicano que buscaba la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio.
Hoy, al momento de escribir estas líneas, todavía trasciende la noticia que los Azulejos de Toronto inmortalizarán a José Bautista en el Nivel de Excelencia del equipo, será una ceremonia pautada para el venidero 12 de agosto. Sin dudas el epílogo perfecto para entender su condición de leyenda y con esto se puede haber dicho todo.
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