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Morirá, lo piensan muchos y con la reflexión se impone también la perspectiva de que será cuestión de tiempo para que el Clásico Mundial de Béisbol, deje de existir. No han pasado ni veinte años desde aquella primera competencia en 2006 y tanto los problemas de organización, así como la falta de compromiso de muchos jugadores, en particular de las grandes estrellas, descollan como dos de las principales agravantes que condicionan el criterio expuesto con anterioridad.
Hay algo de razón en esta manera de ver y entender el fenómeno, pero hasta ahí, solo es una perspectiva, no una verdad absoluta ni por el estilo, menos aún si en consecuencia, los argumentos que se empiezan a esgrimir son aquellos en los que se pretende comparar el Clásico con la Copa Mundial de Fútbol o de Baloncesto incluso.
Un sueño hecho realidad…
A su vez, mirando el asunto desde otro ángulo, están los fieles, como usted o como yo, esos que como buenos amantes del deporte de las bolas y los strikes se aferran a la ilusión y agradecen que el sueño de millones se hizo realidad, desde aquel día de marzo, hace ya diecisiete años.
En los personal, creo que el torneo llegó para quedarse, que se debe y puede mejorar es obvio, pero en este sentido el tiempo se encargará de dictar las pautas.
Con la quinta edición del magno certamen beisbolero a nivel de selecciones a la vuelta de la esquina, emergen los recuerdos de grandes momentos que ha dejado el Clásico en su corta pero emocionante historia y quizás por ello, resulta imposible no escudriñar en la memoria…
Grandes momentos
Hablamos de épicas memorables, que van desde aquella primera final entre Cuba y Japón, pasando por la eliminación de Dominicana ante Holanda en 2009, o la de Corea del Sur en los campeonatos de 2013 y 2017, hasta llegar a la impronta que dejó el sorprendente Israel hace seis años.
Sin embargo, el 16 de marzo de 2006, en el mismísimo Angels Stadium de Anaheim, aconteció una de las grandes sorpresas, sino la mayor en estas citas.
En esa jornada, México y Estados Unidos se veían las caras en el duelo de cierre dentro del Grupo 1 en la segunda ronda del primer Clásico Mundial, con los norteños jugándose el pase a semifinales, mientras que los aztecas, ya sin opciones, no tenían nada que perder, simplemente intentar realzar su orgullo.
El hito
Todos recordamos aquella maquinaria de estelares que defendió la franela de las barras y las estrellas por aquel entonces; Derek Jeter, Chipper Jones, Ken Griffey Jr, Alex Rodríguez, Mark Teixeira y Roger Clemens por solo citar. Y sí, los mismos que estaban obligados a ganar, jamás lograron funcionar como equipo, perdiendo en primera ronda ante Canadá, para luego de caer ante Corea del Sur e ir a definir ante los mexicanos su boleto a la siguiente fase…
En este punto volvemos al juego del 16 de marzo de 2006, allá en Angels Stadium y tal como lo narra ESPN, era un cotejo en el que resultaba algo normal dar como favoritos a Estados Unidos, pero no, desde el mismo primer inning, el duelo de lanzadores entre el mencionado Roger Clemens y el zurdo Oliver Pérez se decantó como pauta y por ese mismo cauce trascurrió el desafío.
La gesta se comenzó a forjar en el tercer episodio, luego de que la tanda mexicana ligara un doblete polémico de Mario Valenzuela y un sencillo remolcador de Jorge Cantú ante los envíos de ” El cohete”.
Los estadounidenses responderían de inmediato en la cuarta, de la mano de Chipper Jones, pero una vez más el dueto de Valenzuela y Cantú tomaría la bandera y sacarían la casta en el quinto para fabricar la segunda y la postre decisiva carrera.
Increíble pero cierto
El marcador no se movería y con ese margen llegarían al noveno, donde el drama alcanzaría matices casi homéricos, luego de que tras un ponche a Griffey, Estados Unidos pusiera dos corredores en las almohadillas por base por bolas.
En se momento, el alto mando de México decide sustituir a Jorge de la Rosa por David Cortés y este casi sin tiempo para parpadear obliga a Vernon Wells a batear para doble play.
Nadie lo creía, la conmoción era total, tanto en la gradas como en la banca de los norteamericanos, los rostros mustios lo decían todo, el ” equipo invencible” no llegaba ni a semifinales.
Al mismo tiempo, los de la tierra del mariachi clamaban al cielo, gritaban, lloraban, reían, se abrazaban, todos sabían lo que habían hecho, eran los verdaderos protagonistas de la noche y el instante quedaría guardado para siempre en los anales del béisbol.
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