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Durante un tiempo, pensó en ser pintor, adoraba a Miguel Ángel, a Leonardo, a Caravaggio, a los grandes maestros del arte renacentista en general. Lo intentó, pero era malo, sus manos largas y medio torpes no estaban hechas para dar paletadas ni esbozar los finos trazos de un lienzo. Esa fue su primera pasión, sin embargo, el destino le tenía deparado algo mejor…
Al instante, eso me llamó la atención, conocía de su vida, de su estatua allá en Boston, de su risa y de sus anillos, de su activismo, de sus Memorias, pero esa vocación de Bill Russell por la pintura era algo nuevo para mí.
Había nacido en Monroe, Louisiana, en el lejano 1934, pero la serie, “Bill Russell, leyenda”, da inicio con su muerte, el 31 de julio de 2022, un día triste, no solo para el mundo del baloncesto sino del deporte en general.
La trama
La radio anunciaba la noticia y al momento, comenzaban a pasar las sucesivas imágenes, los años 40, los 50, la NCAA, los Celtics, Red Auerbach, Bob Cousy, los Philadelphia Warriors, Wilt Chamberlain, los Lakers, Jerry West, Elgin Baylor y él, Bill Russell, marcando la pauta, como dios todopoderoso.
El pionero, el visionario, el hombre que cambió el juego, llevándolo a la perspectiva que conocemos hoy. Bill Russell, el mismo que detestaba los autógrafos y los premios y la fama, ese que sabía lo imponente que podía ser, pero una y otra vez ponía al equipo por encima y eso lo volvía más grande.
Apuntes
El audiovisual Netflix lo estrenó en febrero y en par de capítulos de poco más de hora y media se refleja de modo magistral el legado de Rusell, lo que representó para el baloncesto, su mentalidad ganadora y su impronta dentro de una época convulsa, en la que ser negro era un pecado.
Si por un lado estuvieron Malcolm X y Martin Luther King, como los exponentes más altos en la tribuna que buscaba reivindicar la dignidad de los afroamericanos, por el otro, de modo sutil, quizás sin reclamar tanto protagonismo, estuvo Bill Russell, desechando su posición privilegiada dentro y fuera de la cancha, cuestionando y criticando la desigualdad, el abuso y la tan mentada supremacía blanca.
Para unos polémico y arrogante, para otros, un genio y el director Sam Pollard, logra definir casi de modo perfecto esa mística propia de una personalidad única como la de Russell, tal vez como el mejor homenaje a casi un año de su partida.
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