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Siete segundos, quizás menos, milésimas menos y Jalen Brunson sabe lo que representan esos tiros libres, Billy Donovan y los Bulls también, todos en el Madison Square Garden saben lo que representan esos cobros, la victoria, la 19 para los Knicks, por ello DeMar DeRozan se acerca a Brunson, lo rodea, le susurra casi al oído, lo molesta de tal manera que falla Brunson el primero, pizarra idéntica, 117-116 a favor de Nueva York; la tensión sigue, es extrema, Brunson mira hacia el aro, Donovan lo mira, Thibodeau también, un silencio sepulcral invade la cancha y entonces otra vez DeRozan le habla a Brunson y otra vez, Brunson falla.
El juego se definió ahí, instantes después DeRozan a falta de dos segundos, anota la canasta ganadora, la de la victoria de Chicago, 118-117, la cuarta en fila, pero en ese instante lúgubre donde Jalen Brunson falló dos tiros libres, se definió el partido, el de hace un rato entre Knicks y Bulls.
La trama
Un ritmo vertiginoso marcó la pauta desde el comienzo, fueron cuatro cuartos diferentes, cuatro cuartos como cuatro escenas de una obra de teatro del absurdo, una obra, esta de hace minutos, en la que los Bulls urgidos de otra victoria, debían ganar para cambiar o intentar al menos torcer el fatal guion que han venido escribiendo en la presente campaña y los de Illinois lo hicieron.
Los dirigidos por Billy Donovan irrumpieron si tapujos en el campo rival y ante la mirada atónita de la afición, dominaron con soltura el primer parcial para imponerse 29-22, pero minutos después, emergieron los fantasmas, los peores, la mala defensa y la falta de sincronización entre Zach LaVine y DeRozan; entonces los Knicks de la mano de R. Barret revirtieron la tendencia con un 38- 29, para mantener el ritmo en el tercero 32 a 31, igual apoyados en Barret y en la labor bajo el aro de Julius Randle llevándose casi todos los rebotes.
Aún no, así de simple
Se podía avizorar el final, pero quizás la idea de que la temporada podría acabar en diciembre, esa idea se enquistó en la mente del quinteto de los Bulls, de los tipos duros de los Bulls y entonces, de pronto, Nikola Vucevic comenzó a imponer respeto, le plantó cara a Randle, a Randle, a Barret y a todo el Garden, en espera de una reacción y la reacción llegó; Zach LaVine rebasó la treintena de puntos y DeMar DeRozan se robó el show, fue el dueño de la noche, con su maña, su estilo peculiar en cada entrada, marcando la pauta en la media y en la larga distancia, molestando a Brunson a solo 7 segundos del final, anotando 25 puntos y esa canasta ganadora al final, a solo dos segundos del final, cuando no había tiempo ni para parpadear.
Fueron dos segundos, dos, en los que DeRozan silenció el Garden, Billy Donovan respiró profundo y quizás, como muchos se aferran a creer, Zach LaVine volvió a repensar la idea de irse a Los Ángeles con LeBron.
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