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Nació y murió y volvió a nacer y murió otra vez y entonces, después, abrió los ojos como si estuviese saliendo de un coma que es como salir de la muerte. Así ha estado desde aquel 11 de enero, hace 58 años, cuando vino al mundo allá en Bahía Blanca; naciendo y muriendo, como viviendo varias vidas al mismo tiempo…
Un profeta del baloncesto- dirían muchos- un Judas- dirían otros, por su parte, una minoría, los pocos, podrían llamarlo Hijo Ilustre de Bahía Blanca y es que allí, en la llamada ” capital del baloncesto argentino”, la cuna del legendario Emanuel Ginóbili, en ese pedazo de tierra al sur de Buenos Aires, tomó forma la leyenda de Néstor ” Che” García…
El cuadro del ” Che”
El cuadro es inmenso, una especie de tríptico, como en El jardín de las delicias de el Bosco; entonces se ve al ” Che” en una esquina, mirando obsesivamente el tabloncillo, fue un obseso desde el principio y esa manía que vemos hoy en las duelas, la de quedarse sin aire en cada grito, dando la impresión que de un momento a otro se puede desmayar pero no lo hace, sigue, le grita a todos, ordena la defensa, planifica sus jugadas, innova, es ortodoxo y deja de serlo cuando quiere, se reinventa, mete presión hasta el último segundo…estas formas, las adquirió en Bahía Blanca.
Debutó como entrenador en el 90, lo hizo con Estudiantes y después llegaron Peñarol y Boca Juniors y más tarde se fue a Venezuela y a Uruguay, incluso hasta en Arabia Saudita dejó su huella García, regresó, fue un paria en su propia tierra, se volvió a marchar, llegaron los años de gloria con la escuadra vinotinto; los dos campeonatos sudamericanos, el FIBA Américas, las Olimpiadas de Río, fue un héroe, quizás hasta Dios mismo.
La mística del héroe
Así llegó a Dominicana, logró la clasificación a la Copa del Mundo de 2019, el histórico pase a segunda ronda, otra vez la gloria y en su risa a veces desbordada, a veces comedida, se palpaba esa sabiduría innata de la que todos hablaban.
Regresó como los buenos hijos, pocos contaban con él, pero acabó siendo el elegido para tomar las riendas la escuadra subcampeona del mundo y en el comienzo le fue bien, pero a los 11 meses en medio de varias tramas, unas más burdas que otras, fue despedido.
Volviendo a nacer…
Hasta de traición se habló, traición a los principios instaurados en la selección argentina por Guillermo Vecchio a inicios de los 90 y con ese halo de sombras se volvió a marchar, otra vez tomó las riendas de la selección quisqueyana y en seis meses o hace solo unas horas o lo que sea; la vida, el destino, jugó a su favor, le dio la oportunidad cuando en Mar del Plata, sepultó las esperanzas de Pablo Prigioni y su grupo.
La venganza en el reencuentro, la reivindicación, la justicia y hay tantos calificativos para definir el significado de ese instante… el ” Che” riendo, logrando el pase al Mundial , siendo cargado por sus jugadores y como en la última línea de un poema de Borges, volviendo a nacer.
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