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Todos lo miraban, los miles y miles que estaban allí, los otros que por televisión estaban atentos al suceso; él caminó lentamente, midiendo cada paso, como si de una obra de teatro cruel se tratase y los hechos estuviesen premeditados de antemano.

Subió como el que va subiendo al cadalso, así, despacio, pensando en el tiempo que le puede quedar y en las mil maneras de morir, pero al instante supo que pensar en eso no era lo mejor y entonces, otra vez, ya encima de la lomita del Yankee Stadium, recobró la postura y volvió a mostrarse sobrio.

El acontecimiento

Tres semanas después de aquel debut contra los Cachorros de Chicago, con todo el peso de esos 162 millones de dólares cayendo sobre sus espaldas como toneladas de concreto; tres semanas después, cuando lanzaba para casi 8 de efectividad y la mediocridad empezaba a mostrar sus fauces en cada gesto…Carlos Rodón volvió al ruedo.

En medio de las críticas, el zurdo regresaba al Bronx, luego de aquella pésima salida en Anaheim, cuando en 4,1 tramos de labor, fue castigado por los Angelinos, permitiendo 6 carreras limpias en ese tramo… Rodón volvía al Bronx para enfrentar a los Mets y debía ganar.

Rompió el hechizo

Esa era la misión, pues cierto halo de oscuridad comenzaba a ceñirse sobre su figura y como si de un hechizo se tratase, el otrora lanzador de Medias Blancas de Chicago y Gigantes de San Francisco, ahora con el uniforme de telas a rayas, parecía condenado al fracaso.

Tras los dos ponches en la primera entrada, una perspectiva emergió en el ambiente…ese podía ser el día y lo fue.

Rodón lanzó 5,2 tramos, sopesó cuatro hits y una carrera, concedió tres boletos y cuatro ponches; estuvo duro con su bola rápida, impuso autoridad en el tercero al dominar a Pete Alonso con bases llenas y luego, de la misma manera sacó la casta en el cuarto y en el quinto episodio, dejando al propio Alonso con el bate al hombro mientras le cantaban el tercer strike.

Cuando Aaron Boone decidió sacarlo, luego de lograr dos outs en la sexta entrada, la afición solo atinaba a aplaudir… Rodón había cumplido, le estaba dando forma a su primera victoria como yankee y en medio de la crisis, era la mejor noticia posible.

En el noveno, el renacido Clay Holmes se encargó de concretar el suceso y así, con el triunfo de los Yankees, 3-1, llegó también el esperado éxito para el hombre que llegó en diciembre con la etiqueta de ser el flamante fichaje de la temporada baja.

Y sí señores, Carlos Rodón rompió el hechizo… ¿fue por la gracia divina de los dioses del béisbol?, eso no lo sabe nadie, como quiera allí en Nueva York, todos están de plácemes.