Your browser doesn’t support HTML5 audio

Matar a un ruiseñor, A sangre fría; Lee Harper Lee, Truman Capote, Malcolm X, Martin Luther King, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson, Estados Unidos, el racismo, Rosa Parks, años 60.

Desde la literatura hasta la política, elementos distintivos de un contexto que nos permite ubicarnos en tiempo y espacio. En ese entorno, allá por 1962, Manny Mota, ese dominicano que es ya casi universal, debutó con en Grandes Ligas con los Gigantes de San Francisco.

El panorama

Antes, en 1947, el legendario Jackie Robinson había roto la barrera del racismo en el béisbol y después llegaron otros como Satchel Paige, Roberto Clemente o Willie Mays, pero las historias de odio y segregación no acabarían.

Manny Mota jugó 20 campañas en Las Mayores, bateo más de 300, dio más de 1000 hits y debutó con los Gigantes, se afianzó tiempo después en Pittsburgh con los Piratas, pero su consagración llegaría sin dudas con los Dodgers de los Ángeles, pues allí en California, durante trece años, se erigió como un referente, un jugador indispensable para la emblemática franquicia, sin embargo, a pesar de su éxito, el criollo debió solventar el dilema del racismo y la xenofobia.

La otra parte de la historia

Fue expulsado de restaurantes- no le servimos a gente negra- le decían, tal como refieren MLB.com y Los Ángeles Times, incluso como el mismo Manny Mota narró en una entrevista concedida al programa “Míster Deportes” de CDN 92,5 FM.

De un modo descarnado, como lo lee, de esa manera la leyenda debió también sortear el desprecio por su condición racial a tal punto que debía viajar en la parte de atrás de los aviones y de los ómnibus.

La grandeza de Manny

Sin dudas una faceta poco conocida dentro del increíble trayecto de Manny Mota por los diamantes beisboleros, la misma que sin discusión acrecienta su impronta como jugador y como persona.

A pesar de ser testigo y víctima de esas actitudes, el caribeño siempre legitimó su estampa como profesional y hombre de bien, con ello, todo cobra sentido, la admiración desmedida, el respeto y esa placa que desde el pasado 29 de abril se encargará de perpetuar su legado en el tiempo.