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Fue en octubre, hace ya casi seis décadas, cuando allá en la legendaria Tokio, por primer primera vez un dominicano paseó la enseña nacional en unos Juegos Olímpicos.
Por aquel entonces, a sus 30 años, Alberto Torres de la Mota, inscribió su nombre en los anales de la historia deportiva como el pionero, el estandarte, el referente de cientos y cientos de corredores que, con el paso del tiempo, incluyendo al mítico Félix Sánchez y a la fenomenal Marileidy Paulino, han puesto bien en alto el nombre de Dominicana en la arena internacional.
El hito
Torres de la Mota iluminó la senda y si bien días después, quedó sexto y fue eliminado en su heat clasificatorio de los 100 metros, a pesar de estampar un crono de 10,90; a pesar de ello, el antillano se ganó para siempre la simpatía y el respeto de fanáticos y especialistas.
En este punto cabe rememorar que su estela venia forjándose desde mucho antes y es que, en 1959, el nativo de La Vega, se agenció los récords nacionales en 100 y 200 metros planos, deteniendo los relojes en 10,4 y 21,4 segundos respectivamente.
Hoja de servicios
Con este aval llegó a territorio nipón y luego de los Juegos Olímpicos, de la Mota fue un sempiterno animador en Juegos Centroamericanos y Panamericanos, tomando parte en las justas de Kingston 1962, San Juan 1966 y Ciudad de Panamá 1970.
En este lapso, Alberto Torres de la Mota asistió a las Olimpiadas de 1968, aquellas que tuvieron lugar en Ciudad de México y en suelo azteca, el caribeño contendió además de los 100 y 200 metros planos, en el relevo 4×400.
Merecido homenaje
En 1974, diez años después de la emblemática participación en Tokio, Alberto Torres fue elegido para desfilar con la bandera quisqueyana en la ceremonia de apertura de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se efectuaron en Santo Domingo.
Al retirarse, la leyenda siguió vinculado a su gran pasión, el atletismo, pero en funciones de entrenador.
En 1979, Torres de la Mota fue exaltado al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano.